Montserrat Caballé, la última diva

Montserrat Caballé

 

«La Caballé no fue solo una gran soprano. Fue un fenómeno vocal, un «monstruo» operístico en la acepción más compleja que pueda sospecharse. Una figura hegemónica cuya pintoresca y dolorosa agonía la ha alejado del altar, pero el fuego y Norma estará siempre entre sus cuerdas vocales.» Rubén Amón (El País)

 

Casta diva – Norma (Vicenzo Bellini)

 

La soprano catalana falleció el pasado 6 de octubre. Con su muerte estamos seguramente despidiendo a la última gran diva de la ópera. Como todo artista relevante, tiene sus defensores y detractores. Los más puristas criticarán su coqueteo con otros géneros musicales, sus altibajos, algunas malas elecciones… o más recientemente sus problemas con Hacienda o un esperpéntico anuncio que todos padecimos. Pero no debemos perder la perspectiva, Montserrat Caballé será recordada como una leyenda. Una voz prodigiosa, una personalidad arrolladora, que traspasó las barreras del circuito operístico para convertirse en un personaje popular y respetado en todo el mundo. Un mito que empezó a forjarse cuando el New York Times formuló esta curiosa combinación: Callas+Tebaldi=Caballé.

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Paseo por el amor y la ópera

Interior de la Ópera de Viena

El amor es un tema recurrente en la música, pero si hay un género donde el amor, la música, la poesía y el drama se mezclan con especial fuerza, es, sin duda, la ópera. En ella el amor es capaz de superar todos los límites, aunque no siempre salga triunfante e incluso fracase estrepitosamente.  Pero es eso, el estrépito, lo que la hace tan atractiva.

El primer límite que es capaz de superar es la propia muerte. El campeón en este caso sería Orfeo, cuya historia llevaron al escenario Monteverdi y Gluck, entre otros. En la versión de este último, es muy conocida el aria que canta Orfeo lamentándose de haber perdido a Eurídice y preguntándose sobre el sentido de su vida sin ella. Si esta ópera la hubiera escrito una de mis tías-abuela, habría un personaje que le diría algo así: «Mira que te lo han dicho, Orfeo, que no mires a Euridice hasta que hayas salido del Infierno, que si no, la pierdes para siempre, pero tú, ni caso….si es que te está bien empleado, ¡para que aprendas! Lo que no sé es lo que opinaría de que Orfeo pueda ser interpretado por una contralto o una mezzosoprano y ya no digo nada si se entera que también lo interpretan los contatenores…(mejor no le cuento nada de los castrati)

¿Y qué podemos decir cuando los protagonistas son los romanos?  Aquí para no aburrirnos, además de un poco de amor, tenemos una pizca de lascivia y  una cucharada sopera  de intentos de asesinato. Nos vamos de nuevo a Monteverdi y a La coronación de Popea. En esta ópera, Nerón, emperador disoluto donde los hayaama a Popea, pero está casado con Octavia y hasta que consigue encontrar un argumento para repudiarla, necesita que se muera un filósofo estoico (ya se sabe que Nerón no era muy dado al estoicismo) y que varios nobles se vayan al exilio. En este dúo, Pur ti miro, pur ti godo, Nerón y Popea pueden por fin dar rienda suelta a su pasión ¡No me digáis que esto no es el Je t’aime moi non plus del Barroco!

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