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Dos extraños en Londres: Sōseki y Moratín

SȰSEKI

Estamos en la Era Meiji (1868-1912) y Japón está viviendo su particular apertura a Occidente, creando un período de rápidas transformaciones que ha sido calificado de “occidentemanía” por la excesiva aceptación, incluso imitación de las costumbres de los occidentales. El gobierno japonés creó unas becas para que jóvenes intelectuales japoneses se formasen en Occidente con el compromiso de volver a Japón como profesores. Natsume Sōseki (夏目 漱石, 1867-1916) ya era profesor de literatura inglesa y escritor cuando fue enviado a Londres, donde vivió de septiembre de 1900 a diciembre de 1902 con una beca tan pobre que en lugar de Oxford o Cambridge sólo pudo matricularse en la Universidad de Londres, alojarse en pensiones, y tomar clases particulares de un catedrático retirado, experto en Shakespeare. A su vuelta ocupó una plaza de profesor de literatura inglesa en la Universidad Imperial de Tokio, donde compaginó unos años su trabajo docente con el de escritor, hasta que finalmente abandonó la docencia y dedicó su vida a la escritura.

Sōseki publicó en el periódico las historias contenidas en este libro, protagonizadas por un observador que, entre objetivo y asombrado, toma notas de las costumbres de los ingleses a su alrededor sin implicarse en sus vidas y sin emitir juicios de valor sobre ellas. La estancia en Europa en realidad fue decepcionante para Sōseki, pero le sirvió para crearse sus propios juicios sobre la literatura en lugar de imitar todo lo occidental, como era la moda en Japón entonces. Agotado por sus frecuentes crisis nerviosas y el disgusto que le producía la literatura inglesa -lo que de verdad le gustaba era la literatura china, y toda su vida siguió escribiendo poesía china y japonesa tradicionales-  durante su estancia en Inglaterra leyó muchísimos libros, salía poco y solo, y observaba mucho y en silencio.

MORATÍN

También vivía una época convulsionada España en los últimos años del XVIII y primeros del XIX, siempre mirando hacia la Europa del Siglo de las Luces pero sobre todo a la Francia revolucionaria e imperial. Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) era un dramaturgo, poeta y traductor, un frecuentador de las tertulias y teatros de la Corte, cercano cuando puede a ministros como Cabarrús, Floridablanca o Godoy, siempre buscando el favor de los poderosos para obtener un cargo público que le permita mantenerse mientras escribe.

En 1792 consigue permiso, pasaporte y dinero de Godoy para realizar un viaje por Europa con el encargo de tomar notas de las costumbres -urbanismo, agricultura, industria, transportes, educación, etc.- de los países más desarrollados con el objeto de implantar mejoras en España. Moratín, en la órbita de los viajeros ilustrados, lleva en sus viajes un diario de observaciones que puedan ser de utilidad, estableciendo comparaciones con la situación española, tomando notas y dibujos de las cosas que le asombran, y practica un modo de escritura desenfadada y fragmentaria -esos diarios no se escribían para ser publicados- donde se permite por ejemplo ser objetivo pero al mismo tiempo formar parte de la narración. Moratín estuvo en Inglaterra entre agosto de 1792 y agosto 1793 y recogió sus impresiones, sobre todo de Londres, referidas a las costumbres sociales y muy particularmente sobre el teatro, que es el asunto que profesionalmente más le interesaba. No se trata por tanto de un viaje de estudios planificado, sino que Moratín huye de una situación política revuelta en España y no vuelve hasta que consigue ser aceptado en un cargo público, al que quizá contribuye el prestigio de su formación en el extranjero. Las Apuntaciones sueltas de Inglaterra están formadas por cuatro cuadernos de notas manuscritas que Moratín nunca publicó y que contienen observaciones espontáneas y deshilvanadas, pero de gran originalidad.

DOS ESCRITORES ASOMBRADOS

A Sōseki le llama la atención que los edificios de Londres sean tan altos que no dejan correr el aire; que las calles sean tan parecidas que el viajero se confunde y se pierde; que en las pensiones no se ofrezca conversación a los huéspedes; que la gente viaje sobre el techo de los coches de caballos; que el teatro sea un lugar mágico, onírico; que los escoceses vistan falda; que no haya demasiada afición a la poesía; que la vida sea tan cara; que la gente camine dando empujones por las calles; que los ingleses saluden dando la mano o diciendo “hola, qué tal” sin más ceremonias.

A Moratín le llama la atención el número y forma de los brindis que se realizan en un discurso público; la participación de los ingleses en clubs donde pasar el tiempo, comer y debatir sobre distintos asuntos; lo que se bebe en las tabernas de Londres; la cantidad de trastos que se despliegan en una casa inglesa para que dos personas tomen el té; la desnudez interior de la Catedral de San Pablo; el parque zoológico del Strand, donde descubre el canguro y el rinoceronte; el gran tamaño de los pies de las inglesas; que las inglesas monten a caballo; los teatros, tan pobres a su juicio; que los jardines sean tan desordenados.

Ambos escriben con el punto de vista del viajero escéptico y solitario, se sitúan a sí mismos en la narración como paseantes observadores, testigos mudos en un país extraño donde destacan lo incomprensible que les resultan las cosas más cotidianas, como advirtiendo a sus compatriotas, eventuales e improbables lectores de sus anotaciones de diario. Las notas de ambos libros -más elaboradas y literarias las de Sōseki, más naturales y divertidas las de Moratín- tienen toda la apariencia de escritos postmodernos avant la lettre: fragmentarios, deshilvanados, mezclando géneros y puntos de vista, con fragmentos prescindibles, de orden aleatorio, hasta con lo que hoy llamaríamos autoficción.

Ambos escritores viajan a Londres con 32 años, ambos parten del poco dominio y menos aprecio por la lengua ni la literatura inglesas, ambos dedican una parte de los meses que pasan en Inglaterra a la ardua lectura del Hamlet de Shakespeare: en 1798 Moratín -ya un autor teatral de renombre- dio a la imprenta bajo el pseudónimo de Inarco Celenio su traducción de Hamlet, la primera hecha directamente del inglés al español; en 1903 Sōseki comenzó a impartir en Tokio sus clases de literatura inglesa, donde dedicaba un curso entero a las tragedias de Shakespeare; en sus novelas y relatos adaptó situaciones y personajes reconocibles de Ricardo III, Antonio y Cleopatra o El mercader de Venecia y fragmentos de una de sus más famosas novelas, Sanshiro, recuerdan escenas de Hamlet.

Ambos lucharon con el inglés, y vencieron.

Pero veamos ahora algunos ejemplos de las notas sobre Londres de Moratín y Sōseki, y veamos en qué coinciden:

SOBRE EL MODO DE ANDAR POR LAS CALLES

Moratín: Encontrones por las calles. Los ingleses que van de prisa, sabiendo que la línea recta es la más corta, atropellan cuanto encuentran; los que van cargados con fardos o maderos, siguen su camino, no avisan a nadie y dejan caer a cuantos hallan por delante.

Sōseki: Si uno se fija, ve que todos y cada uno de los rostros van escasos de tiempo. Salí a una avenida donde transitaban animadamente coches de caballos con pasajeros a bordo. Me quedé allí parado preguntándome adónde querría ir tanta gente en aquellos coches. En eso estaba cuando un hombre alto se me vino casi encima al chocar con uno de mis hombros. Traté de esquivarlo, pero a la derecha tenía a otro hombre; y a la izquierda, a otro más. El hombre alto que me había empujado parecía haber sido empujado también por alguien de más atrás. Todos permanecían callados, pero seguían avanzando sin aflojar el paso.

SOBRE LA NIEBLA

Moratín: Al entrar por primera vez en Londres, se percibe el olor desagradable del carbón de piedra, que con tanta abundancia se quema en esta ciudad, pero a pocos días se hace costumbre, y no incomoda. No obstante, como quiera que este carbón despide un humo espeso, lleno de partículas sulfúreas y bituminosas, que por la humedad del aire (particularmente en invierno) no puede subir a una altura proporcionada, ni ser llevado por las corrientes del viento a lugares distantes, sino que vuelve a caer sobre la ciudad misma, resulta de aquí que el aire que en ella se respira es muy perjudicial, carga la cabeza y ataca el pecho, con notorio peligro de la salud.

Sōseki: Está tan oscuro que las señales luminosas de la estación del tren tanto si están en verde como en rojo son completamente inútiles. Me levanto de la cama, subo la persiana y miro hacia afuera, y veo que todo está nebuloso y nada es visible. Sólo el vacío total llena el aire. Salgo a la calle, hay visibilidad unos cuatro metros delante de mí. Cuando uno avanza cuatro metros, otros cuatro metros delante de él se hacen visibles. Camino preguntándome si el mundo se ha encogido hasta tener cuatro metros cuadrados, y cuanto más camino más nuevos cuatro metros cuadrados aparecen. En su lugar, el mundo por el que he caminado entra en el pasado y desaparece continuamente.

SOBRE EL TRANSPORTE

Moratín: El día 13 de Julio de 1793 vi pasar por mi calle, una de las principales de la ciudad, desde las siete a las ocho de la tarde, veinte y siete coches de camino, que unos salían de Londres y otros llegaban, llenos de gente. Multiplíquese este número, poco más o menos, por todas las horas del día y por todas las calles principales de Londres, y no podrá menos de causar la mayor admiración. Adviértase que en aquel día no hubo motivo alguno extraordinario, y que todos los días del año sucede lo mismo.

Sōseki: Clapham Juction. A esta estación llega más de un millar de trenes cada día. Si sacáramos la cuenta, la afluencia sería de un tren por minuto.

SOBRE LOS TEATROS

Moratín: El modo con que se iluminan las salas de espectáculo es muy malo: consiste en una multitud de arañas de cristal, colocadas de trecho en trecho, pendientes de unas palomillas, fijas en los postes de los aposentos o en su antepecho. Resulta de aquí demasiada luz en la sala. No hay divisiones en los teatros de Londres para hombres y mujeres, como en España; todos están mezclados, a la manera que sucede en Francia: no resultan de aquí desazones ni escándalos.

Sōseki: Siguiendo los largos corredores y ascendiendo dos o tres tramos de escaleras llego a una gran puerta. Apoyo ligeramente mi peso contra ella y al instante, silenciosamente, mi cuerpo se introduce en medio de una gran galería. Todo lo que está ante mis ojos tiene un brillo deslumbrante. Hay aquí muchísima gente pero, a pesar de su número, no se tiene ninguna sensación de incomodidad. Todo el mundo está a gusto con los demás.

Tomemos como conclusión, si queremos, estas dos impresiones que uno también ha tenido como viajero extraño en Londres: todo el mundo está a gusto con los demás, no resultan de aquí desazones ni escándalos.

Honorio Penadés


NOTA BIBLIOGRÁFICA

En nuestras bibliotecas encontrarás abundante información sobre Natsume Soseki, además de algunos de sus títulos traducidos al español, así como información y las obras completas de Moratín.  Si te interesan los diarios de escritores encontrarás también una buena selección. Y, por supuesto, una importante colección de guías de Londres.

¿Nos vamos de viaje?

Carlos Bustamante Restrepo. Fuente: Flickr

 

Muchas veces siento la necesidad de viajar… pero no siempre es fácil… falta de tiempo, de dinero… de las dos… ¿a quién no le resulta familiar? Pues toca viajar con la imaginación, ¡¡qué remedio!! Y en ese caso, los libros son siempre un buen aliado. Y si encima hablamos de crónicas de viajes, ¡qué más podemos desear! Porque muchas veces, cuando uno viaja, lo que quiere es conocer y encontrarse con realidades distintas a las suyas, que esas ya las tenemos muy vistas.

Yo, la última vez, me fui a África. Y ¿quién dice que África está lejos?, pero si la tenemos aquí mismo, al alcance de la estantería… estirar el brazo y… empezar. Porque mira que se ha escrito sobre este continente… desde “Ébano”, del polaco Ryszard Kapuscinski, al canario Alberto Vázquez-Figueroa, por hablar de los más conocidos. En esta ocasión, decidí irme con Xavier Aldekoa y visitar el Nilo… porque

 

“El Nilo no es un río. El Nilo es mucho más. El mayor de los ríos africanos es el corazón de cientos de pueblos y el testigo infatigable del ascenso y el ocaso de las dinastías de faraones más poderosas de la Tierra”

“El Nilo no es un río.

El Nilo es un pedazo de alma de la cultura occidental. Porque, en el devenir de la historia, el río de ríos ha sido sobre todo una oportunidad”

“El Nilo es hoy la paz del norte de Uganda pero también la guerra de Sudán del Sur; es la vida en los valles de Etiopía y la muerte en los calabozos de Egipto o Sudán. Es dictadura, desigualdad, progreso, esperanza y ansias de libertad. Es también el sueño de una revolución. Pero pese a sus cicatrices, el Nilo sigue siendo cuna del mestizaje  de las grandes culturas africanas y mediterráneas de ayer y hoy.

Todos somos hijos del Nilo”.

Desde luego resultaba algo, cuanto menos, prometedor. Y después llegaron los personajes, esos nuevos amigos que vas haciendo durante el viaje y de los que, a veces, resulta tan difícil desprenderte. Como Grace, la niña de 16 años que huye de  Sudán del Sur a Kenia porque las escuelas estaban cerradas por culpa de la guerra y llevaba ya más de ocho meses sin poder estudiar y, ante todo, ella quería ser médico

“Cuando eres doctora, decía, no solo salvas a una persona, sino al mundo entero”

Y lo mejor de todo es que, al final, lo consiguió, gracias a un médico barcelonés jubilado que donó el dinero. Sin embargo, como en todo viaje, no todo termina en buen puerto y hay realidades que son difíciles de asimilar, como Las nadie, mujeres que deben vivir en campos de protección de civiles, escoltadas por cascos azules y que han sido violadas en grupo a escasos metros de los campamentos de la ONU. O la Guerrilla de niños de la LRA de Uganda, niños secuestrados por el Ejército de Resistencia del Señor, como Moses Rubangangeyo, dispuestos a todo hasta que, en el mejor de los casos, logran escapar.

 “Lo más duro de la guerra de Sudán del Sur no son las violaciones, los asesinatos de aldeas enteras o los niños soldado. Lo peor de lo que ocurre es la indiferencia. Ese mensaje brutal que enviamos a las víctimas de que sus muertes y violaciones quedarán impunes porque no importan a nadie. Ese olvido es más doloroso que cualquier herida, porque jamás cicatriza, es para siempre”.

Uganda, Sudán del Sur, Etiopía, Sudán, Egipto… y vuelta a casa, a nuestra realidad aunque, con un poco de suerte, ya la veremos con otros ojos…

Y tú, ¿dónde quieres viajar?

E.M.

Mujeres viajeras, mujeres pioneras

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Por ser el Día Internacional de la Mujer hoy 8 de marzo en la Biblioteca queremos destacar un aspecto de nuestra colección de viajes y turismo (Biblioteca de Colmenarejo) como son las mujeres viajeras y pioneras, con una exposición bibliográfica de obras escritas por mujeres o que hablan de mujeres que fueron pioneras en algún aspecto de la exploración geográfica, de los viajes por tierras antes reservadas a los hombres viajeros, de la exploración de la naturaleza o de los reportajes de guerra, por ejemplo.

Ida_Pfeiffer«Los diarios de una nómada apasionada» de la escritora suiza Isabelle Eberhardt es uno de los ejemplos de estas obras pioneras: suiza convertida al Islam, dedicó gran parte de su vida a recorrer el norte de África, y refleja en estas notas de los años 1900 a 1903 sus numerosas aventuras y experiencias. «Esta edición de sus diarios, de lectura apasionante, ilumina un mundo que la intolerancia y la ignorancia insisten en ocultar».

«Viaje de una mujer alrededor del mundo» de Ida Pfeiffer es una aventura disparatada, casi cómica: a los 45 años y con sus hijos ya crecidos, un ama de casa austriaca del siglo XIX decide, hastiada de su familia, recorrer el mundo sin fortuna, convirtiéndose posiblemente en la primera mochilera de la historia y contendo en este libro su viaje, entre otros lugares, por Brasil, Chile, Tahití, China, India, Persia, Irak y Rusia.

Menos avertureros pero no menos interesantes son los destinos turísticos propuestos por la periodista Nathalie de Saint Phalle en «Hoteles literarios: Viaje alrededor de la Tierra» libro en el que siguiendo el orden alfabético de Adén a Zurich conocemos hoteles frecuentados por escritores, o donde han muerto escritores, o donde escritores encontraron la inspiración. Y nos hablará, por supuesto, de escritoras: desde Ana Ajmatova hasta Marguerite Yourcenar, pasando -por supuesto en orden alfabético- por Jane Austen, Djuna Barnes, Jane Bowles, Barbara Cartland, Isak Dinesen, Marguerite Duras, Zelda Fitzgerald, Patricia Highsmith, Katherine Mansfield, Silvina Ocampo, Dorothy Parker o Lou Andreas Salomé.

Agatha_ChristieLa también periodista Cristina Morató nos cuenta en dos obras las vidas de varias mujeres protagonistas de viajes legendarios: se trata de «Las damas de Oriente» y de «Las reinas de África», en las que se mezclan esposas de famosos exploradores, arqueólogas y espías al servicio del Imperio Británico, misioneras rebeldes, excéntricas aristócratas o la mismísima Agatha Christie.

En «Ven y dime cómo vives» esta famosa autora de novelas policiacas recoge el testimonio escrito de varias temporadas de excavación arqueológica en Siria e Irak acompañando a su marido, donde plantea con su ágil estilo de novelista las respuestas a las numerosas preguntas que sus amigos británicos les hacían sobre su estilo de vida en esos viajes. La narración de las peripecias y aventuras de los dos arqueólogos está adornada con el tradicional sentido del humor británico.

Precisamente es la capital de este Imperio Británico la que recorre y describe con acidez Flora Tristán en «Paseos por Londres: la aristocracia y los proletarios ingleses» donde esta escritora y pensadora socialista francesa de ascendencia peruana, considerada una de las fundadoras del feminismo moderno, describe un viaje de cuatro meses a Londres donde visita todos los lugares que jamás visitan los turistas, algunos de los cuales sólo puede encontrar disfrazada de hombre -como algunas de las viajeras por Oriente.

alexandra_david_neelDisfrazada de hombre encontramos a Alexandra David-Néel en «Viaje a Lhasa»; estudiosa de las religiones orientales y experta en lengua y filosofía, esta aristócrata francesa emprendió viaje al Tíbet en 1924, zona prohibida y controlada por el ejército chino en aquélla época, incluyendo un viaje a pie desde China hasta Lhasa a través de los pasos montañosos del Himalaya. Su fascinante relato nos adentra en el mundo de los monasterios budistas con las bibliotecas en las que aspira a poder estudiar.

Otros títulos en esta exposición y que se pueden encontrar en nuestra biblioteca incluyen vidas de mujeres piratas, novelistas, granjeras, periodistas, terratenientes, naturalistas o montañeras, algunas de las cuales se pueden encontrar además en esla lista de mujeres exploradoras y viajeras.

Para terminar queremos recomendar la serie que se emite en La 2 de RTVE «Mujeres viajeras» donde se puede disfrutar en reportajes audiovisuales de los relatos en primera persona de algunas de estas pioneras.