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¿Nos vamos de viaje?

Carlos Bustamante Restrepo. Fuente: Flickr

 

Muchas veces siento la necesidad de viajar… pero no siempre es fácil… falta de tiempo, de dinero… de las dos… ¿a quién no le resulta familiar? Pues toca viajar con la imaginación, ¡¡qué remedio!! Y en ese caso, los libros son siempre un buen aliado. Y si encima hablamos de crónicas de viajes, ¡qué más podemos desear! Porque muchas veces, cuando uno viaja, lo que quiere es conocer y encontrarse con realidades distintas a las suyas, que esas ya las tenemos muy vistas.

Yo, la última vez, me fui a África. Y ¿quién dice que África está lejos?, pero si la tenemos aquí mismo, al alcance de la estantería… estirar el brazo y… empezar. Porque mira que se ha escrito sobre este continente… desde “Ébano”, del polaco Ryszard Kapuscinski, al canario Alberto Vázquez-Figueroa, por hablar de los más conocidos. En esta ocasión, decidí irme con Xavier Aldekoa y visitar el Nilo… porque

 

“El Nilo no es un río. El Nilo es mucho más. El mayor de los ríos africanos es el corazón de cientos de pueblos y el testigo infatigable del ascenso y el ocaso de las dinastías de faraones más poderosas de la Tierra”

“El Nilo no es un río.

El Nilo es un pedazo de alma de la cultura occidental. Porque, en el devenir de la historia, el río de ríos ha sido sobre todo una oportunidad”

“El Nilo es hoy la paz del norte de Uganda pero también la guerra de Sudán del Sur; es la vida en los valles de Etiopía y la muerte en los calabozos de Egipto o Sudán. Es dictadura, desigualdad, progreso, esperanza y ansias de libertad. Es también el sueño de una revolución. Pero pese a sus cicatrices, el Nilo sigue siendo cuna del mestizaje  de las grandes culturas africanas y mediterráneas de ayer y hoy.

Todos somos hijos del Nilo”.

Desde luego resultaba algo, cuanto menos, prometedor. Y después llegaron los personajes, esos nuevos amigos que vas haciendo durante el viaje y de los que, a veces, resulta tan difícil desprenderte. Como Grace, la niña de 16 años que huye de  Sudán del Sur a Kenia porque las escuelas estaban cerradas por culpa de la guerra y llevaba ya más de ocho meses sin poder estudiar y, ante todo, ella quería ser médico

“Cuando eres doctora, decía, no solo salvas a una persona, sino al mundo entero”

Y lo mejor de todo es que, al final, lo consiguió, gracias a un médico barcelonés jubilado que donó el dinero. Sin embargo, como en todo viaje, no todo termina en buen puerto y hay realidades que son difíciles de asimilar, como Las nadie, mujeres que deben vivir en campos de protección de civiles, escoltadas por cascos azules y que han sido violadas en grupo a escasos metros de los campamentos de la ONU. O la Guerrilla de niños de la LRA de Uganda, niños secuestrados por el Ejército de Resistencia del Señor, como Moses Rubangangeyo, dispuestos a todo hasta que, en el mejor de los casos, logran escapar.

 “Lo más duro de la guerra de Sudán del Sur no son las violaciones, los asesinatos de aldeas enteras o los niños soldado. Lo peor de lo que ocurre es la indiferencia. Ese mensaje brutal que enviamos a las víctimas de que sus muertes y violaciones quedarán impunes porque no importan a nadie. Ese olvido es más doloroso que cualquier herida, porque jamás cicatriza, es para siempre”.

Uganda, Sudán del Sur, Etiopía, Sudán, Egipto… y vuelta a casa, a nuestra realidad aunque, con un poco de suerte, ya la veremos con otros ojos…

Y tú, ¿dónde quieres viajar?

E.M.

“Amor de amortajar”

 

De nuevo se acerca el 25 de noviembre, Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer y, de nuevo, recordamos el asesinato de las hermanas Mirabal por Rafael Leónidas Trujillo, que tan bien recogió Mario Vargas Llosa en su novela “La fiesta del chivo”.

Yo, además, no he podido evitar pensar en aquel poema de Juana Castro, titulado “Amor mío” , del que hemos tomado prestado uno de sus versos para dar título a este post, y que hace referencia al agresor diciendo:

Compañero mi amigo

mi enemigo.

 

Y es que esta poeta cordobesa ha sabido transmitir de forma clara, visual y sonora esa relación que doblega y esclaviza

Amor de amoratarse amor que es amoldar

y mancillar.

Amor de amenazar amor de amurallar

amor de amartillar

y de amasijo.

 

Amor de amortajar.

[…]

 

Es el amor que amengua que amuralla

que amortece y amarra.

Amor de amuñecar amor que es amputar

amor de amilanar

y de ambulancia.

 

Amor de amordazar.

[…]

 

Pero si algo me sorprendió en este vínculo entre poesía y violencia de género, fue el descubrimiento del poema “El marido verdugo” que Carolina Coronado escribió en 1843. Poeta precoz (comenzó a escribir con tan sólo trece años), comprometida con temas de índole social y defensa de la mujer, fue objeto de la crítica directa de sus contemporáneos masculinos, que la bautizaron con el término “poetisa”, en sentido despectivo.

 

Nunca el verdugo de inocente esposa

con noble lauro coronó su frente:

¡ella os dirá temblando y congojosa

las gloriosas hazañas del valiente!

 

Ella os dirá que a veces siente el cuello

por sus manos de bronce atarazado,

y a veces el finísimo cabello

por las garras del héroe arrebatado.

 

Que a veces sobre el seno transparente

cárdenas huellas de sus dedos halla;

que a veces brotan de su blanca frente

sangre las venas que su esposo estalla

 

Si hablamos de poesía actual, no podemos olvidarnos de Jhonana Patiño, que ha convertido a su poemario “Ébano” en una obra de denuncia social, abordando, entre otros temas, la lucha contra la violencia de género. Como prueba, os dejo los siguientes versos, tan directos y sangrantes como los golpes que menciona.

 

El problema no era el golpe,

ni el insulto,

tampoco el dolor

o la sangre en el piso.

 

El problema no era la cicatriz en el cuerpo

ni la culpa que sentía,

mucho menos la vergüenza.

 

El problema no era mi cuerpo

no eran,

ni mis ojos,

ni mi color.

 

El problema era mi condición

ser mujer, ese era el problema.

[…]

El problema era una historia contada por hombres

y padecida por mujeres;

eran niñas vestidas de rosa para que fueran más puras

y niños pintados de azul para que fueran más rudos,

el problema no era el golpe en la cara,

era el permiso de todos,

el creer que era natural,

el sentir que era bueno,

el tolerar por miedo.

 

 

 

 Y dejamos Colombia, para adentrarnos ahora en Argentina, con el poema «Por qué grita esa mujer» de Susana Thénon, que junto con Juana Bignozzi (1937) y Alejandra Pizarnik (1936-1972), conformaron la llamada generación del ’60.  Aquí nos presenta a una mujer que grita, sin que nadie la comprenda, hasta que deja de gritar… y entonces queda relegada al olvido…

¿por qué grita esa mujer?

¿por qué grita?

¿por qué grita esa mujer?

andá a saber

 

Y, precisamente, para que nadie olvide, María Luisa Viu, en su poema Confesiones, nos dice:

Confieso que he pecado de omisión
por no llamar al 016, ni al 091,
por no llamar a nadie, para qué,
no habría servido ni llamar a Dios,
la línea siempre comunica.

Por eso ruego a la justicia siempre ciega,
a los jueces, a los gobernantes y a vosotros
compañeros que no se frivolice más en la tele,
menos anuncio y más leyes y que intercedáis
por mí ante el Dios de la palabra y la poesía.
Como la excomunión la tengo asegurada.
Tened misericordia de mí, perdonad mi pecado
y deseadme una vida plena y sin anuncios
de famosos que no saben lo que hacen.

Así sea.

E. Martínez

Y tú, ¿eres de poesía?

Pepper (1930) by Edward Weston vía Flicker. License CC-BY

Hablando de poesía, reconozco que yo no he sido nunca mucho de este género… y eso que, como muchos niños, me inicié con los poemas de Gloria Fuertes que, como principio, era bastante prometedor… Porque… ¿quién no recuerda aquellos versos de “Don Pato y Don Pito dan un paseíto”?, por ejemplo… Sin embargo, hace unos días, me presentaron la micropoesía… y fue todo un descubrimiento… en concreto me leyeron este poema de Ajo… y no pude reprimir una sonrisa… que es muy probable que explotara en carcajada, aunque no me acuerdo muy bien…

 

“Te adoraré siempre y me importas un pimiento

todavía no riman

pero ya rimarán con el tiempo”.

 

Y decidí que merecía la pena seguir investigando. Porque mira que es complicado condensar tanto mensaje en sólo tres versos… ¡y, además, con tanta gracia! Y, por otro lado, a lo mejor resultaba que yo sí que era de poesía, y me lo había estado perdiendo… Así que volví a mis orígenes, y aprovechando que este año se celebra el centenario de su nacimiento, retomé a Gloria Fuertes, que siempre fue muy precursora, y me sorprendió ver que ella también había estado metida en esto de la micropoesía

La poeta

La poeta se casó con el poeto

y en vez de tener un niño

tuvieron un soneto.

 

¡Esto se iba poniendo cada vez más interesante! Pero, ¿por dónde seguir? Y entonces, me encontré con María Leach que, además de tener un poemario publicado, es muy de redes sociales, y tiene cuenta en Instagram #mariaenverso

 

Hasta el GPS lo sabe.

Vas por la ruta

más rápida.

¿Pero,

a dónde?

 

Y, entonces, pensé… si esto de la poesía ha cambiado y extendido tanto, que hasta por las redes sociales se difunde… lo mismo, incluso, ¡¡hay hasta torneos!!! Y buscando, buscando, me topé con el Poetry Slam, en el que los participantes compiten recitando y dramatizando sus poemas.

De repente, me vi superada, pero con “h” intercalada, como diría Ajo. Los participantes de estos poetry slams tenían cierto ritmo y me acordé de la música. Aunque esto tan nuevo no es, porque los cantautores siempre han tenido algo de poetas… o algunos poetas de músicos… Y pensé en Marwan y en su libro “La triste historia de tu cuerpo sobre el mío”, que también convirtió en canción

 

Y al final decidí que, definitivamente, yo también soy de poesía.

E. M.

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