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A propósito del relato policial

El final de un verano siempre duele. De repente estamos en septiembre forzados a despedirnos de todo aquello que amamos durante los meses de calor. Esta zozobra que nos invade, parece haber sido sofocada estos últimos años por una buena parte de identidades culturales, que han sabido cómo hacer de esta temible vuelta a la vida ordinaria, algo verdaderamente delicioso; tanto es así que ya forma parte de nuestra agenda la imprescindible cita con el septiembre artístico de Apertura, el octubre literario de Getafe Negro, del Festival Eñe, y una infinidad de encuentros culturales cada año más interesantes y novedosos que el anterior.

El otoño nos recuerda a la literatura, en especial el mes de octubre que henchido de encuentros con libros y autores parece haberse convertido en el corazón literario por excelencia. Como buenos lectores no podemos faltar a la inauguración de Getafe Negro, el festival de novela policiaca que acogerá en su 10ª edición, celebrada entre los días 14 y 24 de octubre, una interesante programación cuyo centro de fuga fue, es y será la novela negra, ese género raro que encuentra el placer entre la angustia de lo indecible, la oscuridad del misterio y la adrenalina de la intriga.

Hay quien se refiere a la novela policiaca como la modalidad prototípica del mundo moderno y de los ambientes suburbanos de las grandes ciudades, donde el papel del protagonista lo asume la figura del detective. La historia nos habla de Edgar Allan Poe como fundador del género con su exquisito relato Los crímenes de la calle Morgue; y resucita el nombre de Arthur Conan Doyle para referirse a él como el consolidador del género, al crear la célebre figura del inspector Sherlock Holmes, personaje anclado en buena parte del imaginario europeo; y no podemos evitar evocar también a las figuras de Dashiell Hammett, con su Halcón Maltés, que goza de una soberbia adaptación cinematográfica llevada a cabo por John Huston en 1941; o  El topo de John Le Carré; pero también los nombres de Georges Simenon, Manuel Vázquez Montalbán, Francisco García Pavón, Agatha Christie y Patricia Highsmith, parecen resonar en la biografía de la novela negra; sin embargo y teniendo en cuenta cómo a lo largo de la historia la voz de la mujer ha sido acallada en tantos espacios, me parece interesante dedicar éste al papel que han ocupado las mujeres desde los orígenes grises del género hasta la actualidad, como protagonistas y autoras. Una presencia cada vez mayor también en el contexto español, donde destacan las figuras de Dolores Redondo (Donostia-San Sebastián, 1969), Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) con, Teresa Solana (Barcelona, 1962), Rosa Ribas (Barcelona, 1963), Marta Sanz (Madrid, 1967), Beatriz Pottecher (Madrid, 1961), María Xosé Queizán (Vigo 1939), Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), Lluïsa Forrellad (Sabadell, 1927), Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981), Begoña Huertas (Gijón, 1965), entre otras.

A partir de sus trabajos es posible establecer un estudio que analiza el rol de la mujer como figura de poder: policías, detectives, juezas, fiscales, etc; como víctima, a partir de las formas de violencia que sufre; y como criminal. Así mismo teniendo en cuenta la importancia que tiene el relato negro en la actual cultura popular, este estudio permite analizar la evolución de los modelos de feminidad y masculinidad en el propio género, que no es sino un reflejo de la sociedad.

¿Existe alguna diferencia en la manera en que emplean la violencia autores y  autoras?

Giménez Bartlett, autora de referencia en el contexto internacional, establece que la violencia que emplean las mujeres es más sutil,  y las motivaciones que la empujan al crimen responden a una razón psicológica dada. La autora, fue en 1996 una de las pioneras en España y en Europa en dar el papel protagonista a una mujer, con su policía Petra Delicado.

“Hasta entonces solían ser ayudantes de fiscal, o forenses, a lo sumo; había poquísimas mujeres policía en la vida real en España; pero mi opción fue estilística: me pareció más verosímil que fuera un relato en primera persona y eso me llevó a una mujer”. Giménez Bartlett.

Según Paco Camarasa, hoy día un claro referente en el mundo de la novela policiaca por su amplio bagaje literario: “En las obras de mujeres hay muchísima menos sangre y entrañas en el crimen en sí, en cambio, sus detectives están más atentos a los detalles de la cotidianidad, usan más la mirada que las armas y los crímenes no son tan sanguinarios, a excepción de los casos que ve la comisaria foral Amaia Salazar de Redondo, pero que se dan en un contexto rural, donde el crimen es más salvaje al ser pueblos, ollas a presión social”.

La gran diferencia entre autores y autoras parece estar más bien en el móvil, las mujeres parecen interesarse más por los mecanismos que les llevan a cometer el crimen o a convertirse en las víctimas, y no tanto en el cómo y en sus detalles escabrosos. Sus protagonistas son observadoras atentas y pacientes, siempre en busca del factor psicológico y humano que ayude a recrear una visión amplia y profunda de los hechos, cuyo significado se extiende más allá de la acción y explica muchos comportamientos sociales.

Sus novelas están ahí, en los estantes de la biblioteca, esperándonos!

Andrea Vásquez Toribio, alumna de la UC3M

Una conversación sobre novela negra

Máquinadeescribir

En la biblioteca nos ponemos muy contentos cuando llega octubre porque somos muy aficionados a la novela negra y nos encanta el  festival Getafe Negro. Así que empezamos a pensar siempre en un tema relacionado que nos sirva para exponer nuestros fondos de una manera imaginativa.

Este año en las bibliotecas del campus de Getafe hemos elegido el tema de la ciudad como escenario y como un personaje más de estas novelas y nos ha dado para muchas conversaciones.

-¿Te has fijado en cómo se reflejan las ciudades de los países mediterráneos en ellas?

– A mí me gusta mucho todo lo relacionado con  los bares o restaurantes, que aparecen siempre cuando se trata de Madrid o Barcelona. Resulta también divertido ver la transformación que sufren en un determinado momento, mira lo que dice Jorge M. Reverte por boca del periodista Gálvez:  

«Llenás insistió en llevarme a cenar para mostrarme las últimas joyas del diseño catalán en restaurantes. Teníamos una vieja pugna consistente en que, a cambio, yo  le mostraba cuando él iba a Madrid los últimos gritos de la cutrez mesetaria. Un sano ejercicio antipatriótico. Debo decir que el auge del urbanismo en Barcelona me había ido poniendo en desventaja con Llenás, sobre todo desde que había dejado de ser alcalde de Madrid un tal Álvarez del Manzano que durante años había sembrado la ciudad de símbolos pretenciosos y mobiliario urbano preparado para matar a ciegos.»

– Es que, anda que no han cambiado las ciudades… que ya no son lo que eran… porque, ¿qué me dices de los atascos? Claro, que hay detectives que siempre conocen muy bien por dónde se andan… acuérdate de Jaritos en Con el agua al cuello que utilizaba el GPS porque venía de serie en el coche, que si no, ni falta le hacía… 

“El SEAT dispone de GPS, una prestación que venía ya con el coche. Hubiese preferido que me regalaran cualquier otro dispositivo, porque conozco casi todas las calles de Atenas y raras veces necesito el GPS. Como griego auténtico que soy, sin embargo, lo ajusto cada vez que utilizo el coche, para aprovechar el servicio gratis”.

-Ya no hay detectives como esos…Y ya, si hablamos de las comidas… yo que soy poco de sangre, en cuanto me hablan de unos buñuelos como los que se comía Plinio “en la buñolería de la Rocío”  o de una buena horchata helada como la que se tomaba Carvalho en las Ramblas, ya me cambia el carácter… Los catalanes siempre tuvieron mucho gusto con los temas gastronómicos. ¿Te acuerdas del contundente desayuno de Asesinato en el Comité Central? Si hay embutido catalán, dónde vamos con un simple café…

El detective desayunó sin pensar en lo que comía. Había elegido un desayuno que no necesitaba reflexión, ni casi la menor predisposición de la conciencia. Un desayuno acompañante discreto de cualquier meditación trascendente. Ni siquiera el jamón hubiera sido el acompañante adecuado. El jamón exige paladeo crítico, veredicto. En cambio la catalana es un embutido cocido que se ajusta a la mecánica del paladar y la masticación sin grandes ambiciones. El hecho de exigirla trufada era el mínimo rigor indispensable para que el sabor le sorprendiera de vez en cuando, cuando los lunares de trufa aromatizaban bruscamente la cavidad bucal y le asomaban picores por la punta de la nariz”

– Y otra cosa a la que suelen referirse en ciudades como Barcelona, Madrid o Venecia es al turismo que las invade.  Mira lo que dice Brunetti, el comisario veneciano de Donna Leon en Nobleza obliga :

«La misa se celebró en San Salvador, iglesia situada a un extremo de Campo San Bartolomeo que, por su proximidad a Rialto, recibía un flujo constante de turistas durante todo el día y, por consiguiente, también durante la misa. Brunetti, sentado en uno de los últimos bancos, era consciente de su invasión, oía el murmullo de sus cuchicheos mientras deliberaban sobre cómo retratar la Anunciación del Tiziano y la tumba de Caterina Cornaro. Pero, ¿durante un funeral? Podían hacerlo en silencio y, desde luego, sin flash.»

-Y es que el turismo está transformando los lugares tradicionales de las ciudades. A mí me ha encantado este pasaje de Juan Madrid en Adiós, princesa  sobre un local donde he probado unas de las mejores berenjenas rebozadas de la capital:

«Me cansé y decidí ir  a comer a La Sanabresa, en la calle Amor de Dios, cerca de la plaza de Antón Martín. Es uno de los lugares donde mejor se come en Madrid y los camareros son más atentos y profesionales. En mi barrio cada vez es más difícil hacer una comida decente que valga menos de mil pesetas.

El turismo y lo posmoderno lo están jodiendo todo.»

-¡Casi me resulta tierno eso de las mil pesetas!

-Es que lo es, ¡quién se acuerda casi de las pesetas! Pero claro, de las ciudades antes de que crecieran de forma tan desorbitada tampoco… y si no que se lo digan a Méndez, el comisario de González Ledesma, que ya no se ve ni el mar, y eso que estamos aún en el Mediterráneo…Esto es lo que describe en  No hay que morir dos veces

“Gabri miró de nuevo las ventanas del apartamento de lujo que Conde había alquilado para él, desde las que se divisaba- era verdad- una amplia franja de mar. Enfrente del mismo, tapándolo en parte, habían crecido otros rascacielos semejantes, habían crecido unas palmeras y, sin duda, habían crecido también unas hipotecas”. 

-Ay, hablando de especulación inmobiliaria, ahora me he acordado otra vez de Jaritos y lo que dice en Muerte en Estambul :

“Porque aquí quedan bastantes callejones con casas de madera pintadas de colores: marrón, azul cielo o amarillo. En la acera de la derecha se alinean casas de madera bien conservadas; en la izquierda bloques de tres y cuatro pisos. Es como si ocuparan posiciones de combate enfrentadas, como las tropas en los viejos tiempos.  Se me cae el alma a los pies porque, como auténtico griego, sé por experiencia que el cemento siempre gana esa batalla.”

-Y sin embargo,

“Para cambiar de siglo en Argel basta con cruzar la calle. Pero si tiene que salir de la ciudad, no se vaya a extrañar si , en algunos lugares, su coche se convierte en máquina del tiempo.” 

-Eso es una cita de La parte del muerto de Yasmina Khadra, ¿no? A mí me ha gustado mucho la forma en que habla de Argel, como si fuera una  persona.

-Ya ves, si es que esta ciudad ¡tiene hasta alma!, y si no lee este pasaje. Ahora sí, lo que les gusta a estos escritores el agua…

“Argel no ha perdido del todo su alma, pero, mires donde mires, percibes que las cosas no van bien. Uno se muere de ganas de pasear hasta la orilla del mar, pero, una vez allí, en lo único que piensa es en regresar cuanto antes a casa”.

-A mí me ha impresionado este autor (sí, es un hombre aunque firma como mujer). Hablando del mar, ¿has leído este trozo?

“Enfrente, el Mediterráneo se va ensanchando mar adentro de los sueños repudiados, oscuro como un presagio que se carcome. Para animarse, algunos paquebotes agitan sus linternas como si fuesen jefes de estación, y un faro va paseando su torva mirada por entre las tinieblas en busca de sortilegios para fecundar.”

– Volviendo a Europa, y un poco más al Norte, también Leo Málet en Niebla en el Puente de Tolbiac tiene algún pasaje en el que parece estar presentando a la ciudad  a los lectores, casi como si fuera un amigo:

“¡Pasaje de Hautes-Formes! ¡Adelante, querido público! De derecha a izquierda no había más que casuchas tan modestas que eran casi chabolas, construcciones de una planta, algunas de dos, a veces construidas directamente al borde de la calle, pero con frecuencia edificadas al fondo de un jardín, o mejor dicho, de un patio. En alguna parte aullaba una radio y un bebé celoso intentaba aullar más fuerte todavía. Aparte de eso, y del ruido de la circulación de la calle Tolbiac, no había un gato, excepto el que yo había ahuyentado.”

-Porque las ciudades se viven, se sufren y como en este pasaje de González Ledesma, también te conmueven.

Ahora ya puedes volver a caminar en la soledad, Méndez, y a buscar en los pedazos de las calles los pedazos de tu vida. Ya puedes encontrar las esquinas conocidas y confesarte en ellas, apoyar la frente en los cristales de los bares donde los amigos iban a despedirse del tiempo, leer los pensamientos de las mujeres que quieren olvidar su pasado, de las niñas que se están fabricando un futuro. Aquí están tus calles, Méndez, tus ventanas conocidas, tus pensamientos y tus perros”.

 

Elena Martínez y Marian Ramos

La verdad sobre la verdad sobre el caso Harry Quebert

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«Todo el mundo hablaba del libro» es la primera frase de este libro que dice de sí mismo -en su faja promocional del 2013 al menos lo decía- que es el libro del que habla todo el mundo. Se trata de una novela que relata la soledad de un escritor ante la hoja en blanco, la angustia por la obligación de escribir un segundo libro tras haber escrito un gran éxito. Tras haber escrito un libro que se convirtió en el libro del que hablaba todo el mundo. Este escritor recurre entonces a su maestro, que a su vez escribió una novela que se convirtió en su día en el libro del que hablaba todo el mundo.

Con estos mimbres comienza esta novela autopremiada, escrita por un joven escritor que se retrata a sí mismo como un tramposo que siempre ha buscado el éxito a base de enfrentarse a gente inferior. Hay una ironía, por supuesto, al reconocer su método de forma tan presuntuosa, al realizar tantas piruetas previsibles, al tender trampas y contarnos que nos está tendiendo trampas.


Cuando apareció esta novela en el mercado europeo muchos lectores comenzaron a encontrar cosas parecidas, cosas quizá demasiado parecidas a otras historias (novelas, películas, series de TV y vidas reales) y comenzaron a hacer preguntas como ¿este comienzo con el hallazgo del cadáver de la chica en una localidad de la América profunda no es de Twin Peaks? «¿No podría estar inspirada en A sangre fría de Truman Capote? A ver si te suena, un famoso escritor de Nueva York investiga en un pequeño pueblo unos crímenes espantosos que han conmocionado al país. Allí hace preguntas incómodas a los lugareños con la sana intención de publicar un libro… que relance su carrera y sea un superventas». ¿No tiene además la suprema osadía de copiar la Lolita de Nabokov como si nadie fuera a darse cuenta? Y ese escritor maduro, retirado frente al mar, con una afición al boxeo y un escritorio de caoba ¿no se parece mucho a Hemingway? Y esa técnica narrativa de ofrecernos tres historias en capítulos alternos ¿cuántas veces la hemos visto desde Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa? Y así.


¿No será entonces este libro pura metaliteratura, pasto para letraheridos? ¿O una burla a los lectores de ceja alta, que van a reconocer en el arranque de cada capítulo una manida lección de primer curso de escuela de escritura o de manual de autoayuda?

Es en realidad una gran broma: la novela que trata de un novelista que escribe una novela sobre un novelista que escribe una novela. Y aunque el texto está lleno de imitaciones no hay alusiones directas a ningún otro novelista real, fuera de los personajes de la novela. Es o no es metaliteratura, pero hace al lector sentirse de lleno en un mundo de escritura. Ha aprendido mucho de Umberto Eco en ese sentido.


El autor de la novela, el suizo Joël Dicker, ha sido llamado «Rey Midas de la literatura europea». Nueva broma: su protagonista, Marcus Goldman, escritor pesimista metido a investigador, es el auténtico Rey Midas, el hombre que convierte lo que toca en oro (con un facil acertijo: «Marcus» es el marco o antigua moneda alemana, «Goldman» es el hombre de oro) y que va a convertir el drama de su amigo y maestro Harry Quebert en material literario que venderá a precio de oro.


Es, con todo, una gran novela. Cuando se te cae de las manos porque has leído frases tan manidas como «la gente de este pueblo sabe más de lo que cuenta» o lugares comunes como «lo encontré en internet» o «el milagro de la televisión» lo vuelves a recoger del suelo con ganas de conocer la próxima jugada. Porque la novela está llena de grandes jugadas, como la numeración descendente de los capítulos, que transportan de manera lineal e inequívoca las tres historias paralelas a un sólo punto final o la aparición creciente de nuevos sospechosos, pues al contrario que en las novelas de Agatha Christie no vamos descartando sospechosos sino añadiendo, y encontrando que cada vez más personajes tienen razones para ser el asesino.

Se le perdonan los consejos de autoayuda, se le perdonan las incongruencias, se le perdonan las imitaciones, se le perdona el narrador omniscente, se le perdona el narcisismo por el buen desarrollo de la trama. Y también porque es una gran parodia, donde Joël Dicker se acaba parodiando a sí mismo al calificar a Marcus Goldman como «un chico mono».

Honorio Penadés