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Si es amor, no duele de Iván Larreynaga y Pamela Palenciano

Hemos crecido rodeadas de historias de amor. Historias en las que una princesa sufría una serie de desventuras hasta que al fin conocía a su príncipe azul que la salvaba de todo mal con su beso.  Todo acababa ahí, con ese beso, y nunca se contaba si el príncipe roncaba, o era un poco guarrete, o le gustaba «beber una gotica»… Tampoco sabíamos si la princesa iba a los toros con minifalda, y lo que el príncipe opinaba de ello. Yo estoy jugando con los estereotipos, pero Pamela Palenciano, en este libro escrito por Iván Larreynaga a partir del monólogo No solo duelen los golpes, nos cuenta una historia, la suya, en la que lo que el amor deja de ser un juego,  y ella descubre que su novio Antonio no se parece al príncipe de los cuentos.

A ver, lo que sucede es que a mí me contaron el cuento del príncipe azul que iba en busca de la princesa rosa. Hoy en día, no, eso es muy carca, así que hoy cuentan estos del vampiro pederasta que se enamora de la muchacha. Sí, pederasta, leíste muy bien. Y si no sabes qué significa, busca en el diccionario: pederasta. Es que…, veamos, ¿ese tío cuántos años tiene? ¡Tiene ciento diecisiete años! ¿y eso qué es?

No os voy a contar toda la historia, basta deciros que Pamela se da cuenta mucho tiempo después de terminar su relación que ella había sufrido violencia machista, y eso es algo que sucede con más frecuencia de la que pensamos, porque muchos de esos comportamientos violentos son considerados absolutamente «normales» por un gran número de personas. Así que ella nos anima a ponernos las gafas violetas y estar alertas para detectar todas las trampas que nos ponen en el camino de la igualdad.

Yo no he visto el monólogo, pero soy capaz de imaginarme a Pamela contándome su historia mientras leo este libro. Por si vosotros no habéis tenido la oportunidad de conocerla (aunque ha venido alguna vez a nuestra universidad) os dejo con este vídeo.

Marian Ramos

Miserere, de Manuel Sosa

Miserere es una novela que usa y abusa del género negro. ¿Por qué lo usa? Porque el cadáver que aparece en las primeras páginas y la resolución de sus misterios sirven de excusa a la narración y descripción de un Madrid cruel y sórdido. ¿Por qué abusa del género negro? Porque transgrede su lenguaje y sus técnicas llevándolos a un cénit de elevada calidad literaria donde la mezcla de narradores y discursos y la poesía de algunas de sus páginas buscan deleitar al lector con unas formas más propias de los narradores del Boom que de los estándares del género.

La vida de tres personajes se cruzan por cortesía de este cadáver ofrendado por una noche de Carnaval en el barrio de Lavapiés: el juez de guardia que ha de levantarlo, una joven chica de compañía huérfana y el ambicioso delegado del Gobierno emprenden un vertiginoso vaivén entre pasado y futuro, culpa y redención que acaba diseccionando de forma precisa y cruel nuestro sistema político, social y policial. Casi nada se salva en el retablo lóbrego de Miserere esculpido al ritmo de los monólogos o salmos que uno de los personajes exhorta para así dar nombre a la novela; si acaso Madrid cuyas gentes, olores, texturas o estaciones son descritas de forma magistral para tal vez elevar a esta ciudad como la verdadera protagonista de la narración.

El peso de la culpa ahoga a los personajes, también al variado crisol de secundarios que poco a poco van tensando la trama, afilando la lectura y añadiendo sorpresas y reconocimientos que elevan la dosis de esperanza y expectación del lector. Todos se sumergen en la negrura, en la confusión, en el pecado para huir del pecado y algunos acaban por ahogarse en muertes justas o injustas que cierran la novela sin dejar suelta ni una pieza. ¿Quiénes mueren? El misterio de página tras página contesta en esta novela que con sus usos y abusos no es negra, sino negrísima.

Manuel Sosa


El miércoles 18  a las 16:00h  tendrá lugar en la Sala Multiusos de la Biblioteca de Humanidades la mesa redonda “Liturgias del género: en torno a Miserere, de Manuel Sosa”, en la que participarán Lola  Santonja, directora de la Biblioteca de Humanidades ; Manuel Sosa, autor de la novela y moderará David Conte, profesor del Departamento de Humanidades.

A propósito del relato policial

El final de un verano siempre duele. De repente estamos en septiembre forzados a despedirnos de todo aquello que amamos durante los meses de calor. Esta zozobra que nos invade, parece haber sido sofocada estos últimos años por una buena parte de identidades culturales, que han sabido cómo hacer de esta temible vuelta a la vida ordinaria, algo verdaderamente delicioso; tanto es así que ya forma parte de nuestra agenda la imprescindible cita con el septiembre artístico de Apertura, el octubre literario de Getafe Negro, del Festival Eñe, y una infinidad de encuentros culturales cada año más interesantes y novedosos que el anterior.

El otoño nos recuerda a la literatura, en especial el mes de octubre que henchido de encuentros con libros y autores parece haberse convertido en el corazón literario por excelencia. Como buenos lectores no podemos faltar a la inauguración de Getafe Negro, el festival de novela policiaca que acogerá en su 10ª edición, celebrada entre los días 14 y 24 de octubre, una interesante programación cuyo centro de fuga fue, es y será la novela negra, ese género raro que encuentra el placer entre la angustia de lo indecible, la oscuridad del misterio y la adrenalina de la intriga.

Hay quien se refiere a la novela policiaca como la modalidad prototípica del mundo moderno y de los ambientes suburbanos de las grandes ciudades, donde el papel del protagonista lo asume la figura del detective. La historia nos habla de Edgar Allan Poe como fundador del género con su exquisito relato Los crímenes de la calle Morgue; y resucita el nombre de Arthur Conan Doyle para referirse a él como el consolidador del género, al crear la célebre figura del inspector Sherlock Holmes, personaje anclado en buena parte del imaginario europeo; y no podemos evitar evocar también a las figuras de Dashiell Hammett, con su Halcón Maltés, que goza de una soberbia adaptación cinematográfica llevada a cabo por John Huston en 1941; o  El topo de John Le Carré; pero también los nombres de Georges Simenon, Manuel Vázquez Montalbán, Francisco García Pavón, Agatha Christie y Patricia Highsmith, parecen resonar en la biografía de la novela negra; sin embargo y teniendo en cuenta cómo a lo largo de la historia la voz de la mujer ha sido acallada en tantos espacios, me parece interesante dedicar éste al papel que han ocupado las mujeres desde los orígenes grises del género hasta la actualidad, como protagonistas y autoras. Una presencia cada vez mayor también en el contexto español, donde destacan las figuras de Dolores Redondo (Donostia-San Sebastián, 1969), Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) con, Teresa Solana (Barcelona, 1962), Rosa Ribas (Barcelona, 1963), Marta Sanz (Madrid, 1967), Beatriz Pottecher (Madrid, 1961), María Xosé Queizán (Vigo 1939), Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), Lluïsa Forrellad (Sabadell, 1927), Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981), Begoña Huertas (Gijón, 1965), entre otras.

A partir de sus trabajos es posible establecer un estudio que analiza el rol de la mujer como figura de poder: policías, detectives, juezas, fiscales, etc; como víctima, a partir de las formas de violencia que sufre; y como criminal. Así mismo teniendo en cuenta la importancia que tiene el relato negro en la actual cultura popular, este estudio permite analizar la evolución de los modelos de feminidad y masculinidad en el propio género, que no es sino un reflejo de la sociedad.

¿Existe alguna diferencia en la manera en que emplean la violencia autores y  autoras?

Giménez Bartlett, autora de referencia en el contexto internacional, establece que la violencia que emplean las mujeres es más sutil,  y las motivaciones que la empujan al crimen responden a una razón psicológica dada. La autora, fue en 1996 una de las pioneras en España y en Europa en dar el papel protagonista a una mujer, con su policía Petra Delicado.

“Hasta entonces solían ser ayudantes de fiscal, o forenses, a lo sumo; había poquísimas mujeres policía en la vida real en España; pero mi opción fue estilística: me pareció más verosímil que fuera un relato en primera persona y eso me llevó a una mujer”. Giménez Bartlett.

Según Paco Camarasa, hoy día un claro referente en el mundo de la novela policiaca por su amplio bagaje literario: “En las obras de mujeres hay muchísima menos sangre y entrañas en el crimen en sí, en cambio, sus detectives están más atentos a los detalles de la cotidianidad, usan más la mirada que las armas y los crímenes no son tan sanguinarios, a excepción de los casos que ve la comisaria foral Amaia Salazar de Redondo, pero que se dan en un contexto rural, donde el crimen es más salvaje al ser pueblos, ollas a presión social”.

La gran diferencia entre autores y autoras parece estar más bien en el móvil, las mujeres parecen interesarse más por los mecanismos que les llevan a cometer el crimen o a convertirse en las víctimas, y no tanto en el cómo y en sus detalles escabrosos. Sus protagonistas son observadoras atentas y pacientes, siempre en busca del factor psicológico y humano que ayude a recrear una visión amplia y profunda de los hechos, cuyo significado se extiende más allá de la acción y explica muchos comportamientos sociales.

Sus novelas están ahí, en los estantes de la biblioteca, esperándonos!

Andrea Vásquez Toribio, alumna de la UC3M