Una conversación sobre novela negra

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En la biblioteca nos ponemos muy contentos cuando llega octubre porque somos muy aficionados a la novela negra y nos encanta el  festival Getafe Negro. Así que empezamos a pensar siempre en un tema relacionado que nos sirva para exponer nuestros fondos de una manera imaginativa.

Este año en las bibliotecas del campus de Getafe hemos elegido el tema de la ciudad como escenario y como un personaje más de estas novelas y nos ha dado para muchas conversaciones.

-¿Te has fijado en cómo se reflejan las ciudades de los países mediterráneos en ellas?

– A mí me gusta mucho todo lo relacionado con  los bares o restaurantes, que aparecen siempre cuando se trata de Madrid o Barcelona. Resulta también divertido ver la transformación que sufren en un determinado momento, mira lo que dice Jorge M. Reverte por boca del periodista Gálvez:  

«Llenás insistió en llevarme a cenar para mostrarme las últimas joyas del diseño catalán en restaurantes. Teníamos una vieja pugna consistente en que, a cambio, yo  le mostraba cuando él iba a Madrid los últimos gritos de la cutrez mesetaria. Un sano ejercicio antipatriótico. Debo decir que el auge del urbanismo en Barcelona me había ido poniendo en desventaja con Llenás, sobre todo desde que había dejado de ser alcalde de Madrid un tal Álvarez del Manzano que durante años había sembrado la ciudad de símbolos pretenciosos y mobiliario urbano preparado para matar a ciegos.»

– Es que, anda que no han cambiado las ciudades… que ya no son lo que eran… porque, ¿qué me dices de los atascos? Claro, que hay detectives que siempre conocen muy bien por dónde se andan… acuérdate de Jaritos en Con el agua al cuello que utilizaba el GPS porque venía de serie en el coche, que si no, ni falta le hacía… 

“El SEAT dispone de GPS, una prestación que venía ya con el coche. Hubiese preferido que me regalaran cualquier otro dispositivo, porque conozco casi todas las calles de Atenas y raras veces necesito el GPS. Como griego auténtico que soy, sin embargo, lo ajusto cada vez que utilizo el coche, para aprovechar el servicio gratis”.

-Ya no hay detectives como esos…Y ya, si hablamos de las comidas… yo que soy poco de sangre, en cuanto me hablan de unos buñuelos como los que se comía Plinio “en la buñolería de la Rocío”  o de una buena horchata helada como la que se tomaba Carvalho en las Ramblas, ya me cambia el carácter… Los catalanes siempre tuvieron mucho gusto con los temas gastronómicos. ¿Te acuerdas del contundente desayuno de Asesinato en el Comité Central? Si hay embutido catalán, dónde vamos con un simple café…

El detective desayunó sin pensar en lo que comía. Había elegido un desayuno que no necesitaba reflexión, ni casi la menor predisposición de la conciencia. Un desayuno acompañante discreto de cualquier meditación trascendente. Ni siquiera el jamón hubiera sido el acompañante adecuado. El jamón exige paladeo crítico, veredicto. En cambio la catalana es un embutido cocido que se ajusta a la mecánica del paladar y la masticación sin grandes ambiciones. El hecho de exigirla trufada era el mínimo rigor indispensable para que el sabor le sorprendiera de vez en cuando, cuando los lunares de trufa aromatizaban bruscamente la cavidad bucal y le asomaban picores por la punta de la nariz”

– Y otra cosa a la que suelen referirse en ciudades como Barcelona, Madrid o Venecia es al turismo que las invade.  Mira lo que dice Brunetti, el comisario veneciano de Donna Leon en Nobleza obliga :

«La misa se celebró en San Salvador, iglesia situada a un extremo de Campo San Bartolomeo que, por su proximidad a Rialto, recibía un flujo constante de turistas durante todo el día y, por consiguiente, también durante la misa. Brunetti, sentado en uno de los últimos bancos, era consciente de su invasión, oía el murmullo de sus cuchicheos mientras deliberaban sobre cómo retratar la Anunciación del Tiziano y la tumba de Caterina Cornaro. Pero, ¿durante un funeral? Podían hacerlo en silencio y, desde luego, sin flash.»

-Y es que el turismo está transformando los lugares tradicionales de las ciudades. A mí me ha encantado este pasaje de Juan Madrid en Adiós, princesa  sobre un local donde he probado unas de las mejores berenjenas rebozadas de la capital:

«Me cansé y decidí ir  a comer a La Sanabresa, en la calle Amor de Dios, cerca de la plaza de Antón Martín. Es uno de los lugares donde mejor se come en Madrid y los camareros son más atentos y profesionales. En mi barrio cada vez es más difícil hacer una comida decente que valga menos de mil pesetas.

El turismo y lo posmoderno lo están jodiendo todo.»

-¡Casi me resulta tierno eso de las mil pesetas!

-Es que lo es, ¡quién se acuerda casi de las pesetas! Pero claro, de las ciudades antes de que crecieran de forma tan desorbitada tampoco… y si no que se lo digan a Méndez, el comisario de González Ledesma, que ya no se ve ni el mar, y eso que estamos aún en el Mediterráneo…Esto es lo que describe en  No hay que morir dos veces

“Gabri miró de nuevo las ventanas del apartamento de lujo que Conde había alquilado para él, desde las que se divisaba- era verdad- una amplia franja de mar. Enfrente del mismo, tapándolo en parte, habían crecido otros rascacielos semejantes, habían crecido unas palmeras y, sin duda, habían crecido también unas hipotecas”. 

-Ay, hablando de especulación inmobiliaria, ahora me he acordado otra vez de Jaritos y lo que dice en Muerte en Estambul :

“Porque aquí quedan bastantes callejones con casas de madera pintadas de colores: marrón, azul cielo o amarillo. En la acera de la derecha se alinean casas de madera bien conservadas; en la izquierda bloques de tres y cuatro pisos. Es como si ocuparan posiciones de combate enfrentadas, como las tropas en los viejos tiempos.  Se me cae el alma a los pies porque, como auténtico griego, sé por experiencia que el cemento siempre gana esa batalla.”

-Y sin embargo,

“Para cambiar de siglo en Argel basta con cruzar la calle. Pero si tiene que salir de la ciudad, no se vaya a extrañar si , en algunos lugares, su coche se convierte en máquina del tiempo.” 

-Eso es una cita de La parte del muerto de Yasmina Khadra, ¿no? A mí me ha gustado mucho la forma en que habla de Argel, como si fuera una  persona.

-Ya ves, si es que esta ciudad ¡tiene hasta alma!, y si no lee este pasaje. Ahora sí, lo que les gusta a estos escritores el agua…

“Argel no ha perdido del todo su alma, pero, mires donde mires, percibes que las cosas no van bien. Uno se muere de ganas de pasear hasta la orilla del mar, pero, una vez allí, en lo único que piensa es en regresar cuanto antes a casa”.

-A mí me ha impresionado este autor (sí, es un hombre aunque firma como mujer). Hablando del mar, ¿has leído este trozo?

“Enfrente, el Mediterráneo se va ensanchando mar adentro de los sueños repudiados, oscuro como un presagio que se carcome. Para animarse, algunos paquebotes agitan sus linternas como si fuesen jefes de estación, y un faro va paseando su torva mirada por entre las tinieblas en busca de sortilegios para fecundar.”

– Volviendo a Europa, y un poco más al Norte, también Leo Málet en Niebla en el Puente de Tolbiac tiene algún pasaje en el que parece estar presentando a la ciudad  a los lectores, casi como si fuera un amigo:

“¡Pasaje de Hautes-Formes! ¡Adelante, querido público! De derecha a izquierda no había más que casuchas tan modestas que eran casi chabolas, construcciones de una planta, algunas de dos, a veces construidas directamente al borde de la calle, pero con frecuencia edificadas al fondo de un jardín, o mejor dicho, de un patio. En alguna parte aullaba una radio y un bebé celoso intentaba aullar más fuerte todavía. Aparte de eso, y del ruido de la circulación de la calle Tolbiac, no había un gato, excepto el que yo había ahuyentado.”

-Porque las ciudades se viven, se sufren y como en este pasaje de González Ledesma, también te conmueven.

Ahora ya puedes volver a caminar en la soledad, Méndez, y a buscar en los pedazos de las calles los pedazos de tu vida. Ya puedes encontrar las esquinas conocidas y confesarte en ellas, apoyar la frente en los cristales de los bares donde los amigos iban a despedirse del tiempo, leer los pensamientos de las mujeres que quieren olvidar su pasado, de las niñas que se están fabricando un futuro. Aquí están tus calles, Méndez, tus ventanas conocidas, tus pensamientos y tus perros”.

 

Elena Martínez y Marian Ramos

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