La línea quebrada

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La crisis migratoria y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) centran el interés de la 10ª Semana de la Solidaridad que se celebra en la Universidad Carlos III de Madrid en febrero de 2016. Los ODS son objetivos universales que afectan a todos los países, han sido aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas, plantean metas concretas para plazos determinados, y están en vigor desde el 1 de enero de 2016.

Nos hemos reunido en un momento en que el desarrollo sostenible afronta inmensos desafíos. Miles de millones de nuestros ciudadanos siguen viviendo en la pobreza y privados de una vida digna. Van en aumento las desigualdades, tanto dentro de los países como entre ellos. Existen enormes disparidades en cuanto a las oportunidades, la riqueza y el poder. La desigualdad entre los géneros sigue siendo un reto fundamental.

Particularmente en la Biblioteca vamos a dedicar estos días a fijarnos en el drama de los refugiados, los migrantes, los exiliados, y a tratar de aprender y comprender a los huérfanos de la tierra a través de sus historias.

Porque ¿cómo hacer literatura desde la patera, desde el campo de refugiados, desde el centro de internamiento? Hoy podemos conocer sus historias reales, en directo casi, y tomar la decisión personal y colectiva de tomar medidas. Y quizá en el futuro estas historias se vuelvan literatura.

Traemos, por tanto a este blog de literatura, un libro que aún no es literatura: La línea quebrada: Historias de vida de migrantes. Texto escrito por María Jesús Criado Calvo y publicado por el Consejo Económico y Social en 2001 a partir de su Tesis Doctoral presentada en 1999.

En palabras de la autora «esta obra trata de quiebra de fronteras y de vidas en tránsito. De personas concretas en el vértice de uno de los procesos más significados del presente. Que avanza el futuro, pero al que se sigue mirando, y se quiere tratar, con anteojos y preceptos del pasado». El libro recoge las palabras vivas de personas reales, migrantes en España en los años 90 y que cuentan en detalle su historia personal, sus orígenes, cómo vivían en sus países de origen, qué hizo que salieran de sus hogares, cómo realizaron su viaje -su huida en muchos casos- hasta España, qué se encontraron aquí y cómo están desarrollando su vida desplazada, huérfana.

Historia de John (Nigeria, asilado)

Los que han muerto en las batallas y en sus casas son casi cuatrocientos. Y nosotros, los que tenía el éxito de escapar somos más o menos veinte. Fue una operación sangrienta. Muchos de nuestros amigos, familias, hasta mi mujer también, fueron a prisión. El intento de golpe de estado fracasó y mis compañeros fueron fusilados. Yo me escapé. Pasé de Nigeria a Benin, Benin a Níger, de Níger entré a Argelia, Argelia-Marruecos y luego España. Con un poquito de dinero hay gente que sabe dónde está la aduana y la gente de emigración, y se paga y te cruza al otro lado. Cuando la gente dice “cada persona doscientos dólares” si tú tienes, pagas y alguien está allí para llevarte; si tú no tienes, te quedas. Es así. A veces íbamos en camiones, a veces andando.

Teníamos un centro en Melilla donde viven los refugiados, un hospital abandonado, que no funciona ahora, y vivían allí los refugiados y los emigrantes africanos.

Salir de mi país, vivir aquí… es como una aventura y me ha cambiado la vida porque no pensé, en mi país, que voy a pedir ayuda de aquí, de… como huérfanos, pero es lo que hacemos aquí para poder vivir.

Habla ahora la autora del libro: «Una de las características distintivas de nuestro tiempo es la presencia de desigualdades extremas en todos los ámbitos (…) Despilfarro y opulencia coexisten con la marginación y la indigencia en un mismo marco geopolítico (…) A la desigualdad económica se une la abrumadora imagen de poblaciones enteras a la deriva, vagando de un lugar a otro, hacinándose en condiciones enormemente precarias en lugares que, en número cada vez mayor, se erigen como tierra de nadie. Pues también los desalojos masivos de población se han convertido en táctica bélica multiplicándose, de forma sostenida, el número de personas que se ven forzadas al exilio. El fenómeno no es nuevo ya que, secularmente, las guerras internacionales y civiles han generado refugiados, fruto añadido con frecuencia al afán expansionista de los imperios. Pero ahora las razones se multiplican, al tiempo que proliferan las disputas internas. El objetivo ya no es sólo el control de los recursos, sino la eliminación o expulsión del otro. La novedad de nuestro presente es la virulencia que adquieren los antagonismos basados en lógicas ancestrales. Éstas recuperan un papel central en el escenario, afectando, en mayor o menor medida, a todos los continentes incluida la estable Europa». Estas palabras de hace años vuelven a la actualidad en la Unión Europea, que no termina de tomar medidas para la acogida de refugiados de Siria y Afganistán (de 160.000 solicitudes, 300 acogidas de reubicación, de ellas 18 en España).

Historia de Aleksander (Polonia, asilado)

Estuve buscando posibilidad de entrar a España y por fin vine en negro. Me dicen que hay un chico que hace viajes sin visa. Empezaban a andar furgonetas que entraban por la noche, por montañas, a España. Entraban por la noche, conocían bastante las montañas que, bueno, estaba la frontera, pero no nos paraban, nadie nos salió. Casi toda mi familia está fuera de Polonia. Casi no tengo contactos, unas cartas, muy pocas; bueno, una carta por mes, por dos, tres meses. Por ahora no pienso en volver.

Las historias de vida recogidas por la autora incluyen conversaciones detalladas donde los propios migrantes opinan sobre la acogida o el rechazo que han sufrido, sobre cómo viven el racismo, latente o expreso, sobre las facilidades o dificultades que han tenido para llegar, para asentarse, para aprender, para establecer una convivencia: «La confusión, la falta de experiencia directa es una de las bases del prejuicio, que surge ante una realidad de contornos equívocos (…) Por otro lado el temor y el recelo que despierta el extranjero (pobre, no está de más recordarlo) topa con el rechazo que, cuando se hace explícito, inspira tal talante».

Historia de Aicha (Marruecos, inmigrante)

Me casé con 16, me quedé un año, que es 17, y con 18 me he venido aquí. Yo vine igual que una maleta, o sea, un objeto sin pensamiento.

Yo vivo en un país y quiero vivir bien, porque yo no sé si voy a morir mañana, o pasado, u hoy. Quiero vivir bien. No muy bien, pero vivir normal y corriente. Si yo vivo en un país quiero vivir como la gente.

De miedos y amenazas nos habla la autora, que introduce esta reflexión: «Todos, sin excepción, aún sin buscarlo, vivimos la experiencia de lidiar con lo nuevo (…) Sin embargo, a pesar del carácter común de esa experiencia -o puede que a causa de ello- todos los colectivos tienden a sancionar y excluir al extraño. Una idea ancestral y perversa, que escolta a la de pertenencia a un determinado ente, lo refuerza: la de que los de dentro tienen derecho a cerrar la puerta y poner condiciones a quien pretenda incorporarse. Su condición de otro, de ajeno a lo que se considera propio -que no deja de ser aquello de lo que cada uno de apropia– hace que a lo largo de la historia el extranjero, figura radical de la otredad, arrostre siempre una oscura sombra de amenaza que reverbera en hostilidad y rechazo».

La imagen que ilustra este post es de un albergue de acogida a refugiados en Hamburgo, abierto por los vecinos en una escuela abandonada ante la inactividad de las autoridades para responder, en su momento, a la oleada de refugiados desde la isla de Lampedusa. El centro cuenta, por cierto, con una biblioteca.

Honorio Penadés, bibliotecario.

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