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Los ojos invisibles

Look por Abdulaziz Ceylan. Bajo licencia CC-BY vía Flickr

Cuando escucho las palabras inmigración y solidaridad, siempre me acuerdo del pequeño Suleimán, protagonista de la novela de Antonio Lozano

“Me llamo Suleimán. No te preocupes si no lo recuerdas, si no recuerdas de qué me conoces: aquí nadie me conoce. A menudo siento que soy invisible, pero no, no lo soy. Aunque a veces me gustaría serlo. Mucho“

¿No la has leído? «Me llamo Suleimán» cuenta la historia de un niño africano, al que le dijeron que fuera de su país encontraría una vida mejor y decidió arriesgarse. Y después de un largo y duro viaje, por fin consiguió su objetivo… y con ello la invisibilidad… y alguna mano amiga a la que agarrarse… aunque al final…

Bueno, sí, se trata de una de esas novelas clasificadas como juvenil, en ese afán nuestro de meter, a veces, las cosas en grandes cajones. Para eso, a mí me gusta mucho más el mundo del cine, que utiliza aquello de “Apta para todos los públicos”, ¿qué te parece?

Ahora, si de lo que se trata es de hablar de literatura destinada a adultos, no podemos olvidarnos de Azel, el joven universitario marroquí protagonista de la novela “Partir”, de Tahar Ben Jelloun, que cansado de no encontrar futuro en su país acepta la propuesta de Miguel de llevárselo a España. Claro, que en este caso no tengo muy claro que podamos hablar de solidaridad, porque la invitación altruista no es…

“Partir, abandonar esta tierra que no quería saber nada de sus hijos, dar la espalda a un país tan hermoso y regresar un día, ufano y quizá rico. Partir para salvar la vida, aun a riesgo de perderla…”

Pero Azel, tan desesperado por irse, acepta el trato cualesquiera que sean las implicaciones. Eso sí, una vez que llega, descubre que las cosas tampoco son fáciles…

“¿Sabes? Desde Marruecos se ve España, pero la inversa no es verdad. Los españoles no nos ven, les damos igual, no tienen nada que hacer de nuestro país”

Un personaje al que recuerdo con especial cariño es el de Hortense, la joven jamaicana que tiene tantas ganas de salir de su “Pequeña isla” que decide casarse con Gilbert para conseguirlo, prácticamente sin conocerlo. Porque ¡menudo carácter tiene nuestra protagonista! Hay una escena que me gusta especialmente por el toque de humor que le imprime su autora, Andrea Levy: el momento de la llegada de Hortense a Londres, en concreto a ese apartamento (bueno, en realidad habitación) en el que Gilbert ya vivía y que no es exactamente lo que ella esperaba:

«Ven. Voy a enseñarte a usar este hornillo

 

¿Para qué?

 

Tienes que aprender a usarlo para poder cocinar.

 

Yo pienso cocinar en la cocina.

 

Ésta es la cocina.

 

¿Cuál?

 

¿Ves este hornillo y ese fregadero? Eso es la cocina. Y ahí está el comedor: mesa y dos sillas”

Y es que Hortense no era aún consciente de su estado de invisibilidad. Por eso pensaba que al llegar a su nuevo país, podría seguir ejerciendo de maestra, como hacía en Jamaica. Aunque, tras su primera experiencia en un intento de entrevista laboral, se da cuenta de que eso no está a su alcance… Aquí, el toque de solidaridad lo pone Queenie, la casera… de solidaridad y de valor, porque en la Inglaterra de 1945 la discriminación en función del color de la piel era más que palpable… y dar alojamiento a los negros podía ser un motivo de indignación del resto del vecindario… Aunque, ahora que lo pienso, la intención de Queenie era ser solidaria sobre todo con Gilbert… pero eso es ya otra historia.

Y llegamos a la última fase… a ese momento en el que el inmigrante, con un poco de suerte, deja de ser totalmente invisible y logra ser aceptado… y también a la de admitir que hay cosas que, poco a poco, van quedando atrás, por muy presentes que quiera uno tenerlas, empezando por el propio idioma, antiguas costumbres… sobre todo en las segundas generaciones, ya nacidas en el nuevo país… Es el momento, a veces, del desarraigo y de cierta incomprensión, palpable en los cuentos de Jhumpa Lahiri en su libro “Tierra desacostumbrada”.

“Deborah y yo hablábamos con toda libertad en inglés, idioma en el que, por aquel entonces, yo ya me expresaba mejor que en el bengalí que se me exigía hablar en casa”

Por fin hemos llegado al final de nuestro viaje, ¿nos ayudas a hacer visible alguna otra historia sobre «invisibles»?

Elena M.

La línea quebrada

linea_quebrada

La crisis migratoria y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) centran el interés de la 10ª Semana de la Solidaridad que se celebra en la Universidad Carlos III de Madrid en febrero de 2016. Los ODS son objetivos universales que afectan a todos los países, han sido aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas, plantean metas concretas para plazos determinados, y están en vigor desde el 1 de enero de 2016.

Nos hemos reunido en un momento en que el desarrollo sostenible afronta inmensos desafíos. Miles de millones de nuestros ciudadanos siguen viviendo en la pobreza y privados de una vida digna. Van en aumento las desigualdades, tanto dentro de los países como entre ellos. Existen enormes disparidades en cuanto a las oportunidades, la riqueza y el poder. La desigualdad entre los géneros sigue siendo un reto fundamental.

Particularmente en la Biblioteca vamos a dedicar estos días a fijarnos en el drama de los refugiados, los migrantes, los exiliados, y a tratar de aprender y comprender a los huérfanos de la tierra a través de sus historias.

Porque ¿cómo hacer literatura desde la patera, desde el campo de refugiados, desde el centro de internamiento? Hoy podemos conocer sus historias reales, en directo casi, y tomar la decisión personal y colectiva de tomar medidas. Y quizá en el futuro estas historias se vuelvan literatura.

Traemos, por tanto a este blog de literatura, un libro que aún no es literatura: La línea quebrada: Historias de vida de migrantes. Texto escrito por María Jesús Criado Calvo y publicado por el Consejo Económico y Social en 2001 a partir de su Tesis Doctoral presentada en 1999.

En palabras de la autora «esta obra trata de quiebra de fronteras y de vidas en tránsito. De personas concretas en el vértice de uno de los procesos más significados del presente. Que avanza el futuro, pero al que se sigue mirando, y se quiere tratar, con anteojos y preceptos del pasado». El libro recoge las palabras vivas de personas reales, migrantes en España en los años 90 y que cuentan en detalle su historia personal, sus orígenes, cómo vivían en sus países de origen, qué hizo que salieran de sus hogares, cómo realizaron su viaje -su huida en muchos casos- hasta España, qué se encontraron aquí y cómo están desarrollando su vida desplazada, huérfana.

Historia de John (Nigeria, asilado)

Los que han muerto en las batallas y en sus casas son casi cuatrocientos. Y nosotros, los que tenía el éxito de escapar somos más o menos veinte. Fue una operación sangrienta. Muchos de nuestros amigos, familias, hasta mi mujer también, fueron a prisión. El intento de golpe de estado fracasó y mis compañeros fueron fusilados. Yo me escapé. Pasé de Nigeria a Benin, Benin a Níger, de Níger entré a Argelia, Argelia-Marruecos y luego España. Con un poquito de dinero hay gente que sabe dónde está la aduana y la gente de emigración, y se paga y te cruza al otro lado. Cuando la gente dice “cada persona doscientos dólares” si tú tienes, pagas y alguien está allí para llevarte; si tú no tienes, te quedas. Es así. A veces íbamos en camiones, a veces andando.

Teníamos un centro en Melilla donde viven los refugiados, un hospital abandonado, que no funciona ahora, y vivían allí los refugiados y los emigrantes africanos.

Salir de mi país, vivir aquí… es como una aventura y me ha cambiado la vida porque no pensé, en mi país, que voy a pedir ayuda de aquí, de… como huérfanos, pero es lo que hacemos aquí para poder vivir.

Habla ahora la autora del libro: «Una de las características distintivas de nuestro tiempo es la presencia de desigualdades extremas en todos los ámbitos (…) Despilfarro y opulencia coexisten con la marginación y la indigencia en un mismo marco geopolítico (…) A la desigualdad económica se une la abrumadora imagen de poblaciones enteras a la deriva, vagando de un lugar a otro, hacinándose en condiciones enormemente precarias en lugares que, en número cada vez mayor, se erigen como tierra de nadie. Pues también los desalojos masivos de población se han convertido en táctica bélica multiplicándose, de forma sostenida, el número de personas que se ven forzadas al exilio. El fenómeno no es nuevo ya que, secularmente, las guerras internacionales y civiles han generado refugiados, fruto añadido con frecuencia al afán expansionista de los imperios. Pero ahora las razones se multiplican, al tiempo que proliferan las disputas internas. El objetivo ya no es sólo el control de los recursos, sino la eliminación o expulsión del otro. La novedad de nuestro presente es la virulencia que adquieren los antagonismos basados en lógicas ancestrales. Éstas recuperan un papel central en el escenario, afectando, en mayor o menor medida, a todos los continentes incluida la estable Europa». Estas palabras de hace años vuelven a la actualidad en la Unión Europea, que no termina de tomar medidas para la acogida de refugiados de Siria y Afganistán (de 160.000 solicitudes, 300 acogidas de reubicación, de ellas 18 en España).

Historia de Aleksander (Polonia, asilado)

Estuve buscando posibilidad de entrar a España y por fin vine en negro. Me dicen que hay un chico que hace viajes sin visa. Empezaban a andar furgonetas que entraban por la noche, por montañas, a España. Entraban por la noche, conocían bastante las montañas que, bueno, estaba la frontera, pero no nos paraban, nadie nos salió. Casi toda mi familia está fuera de Polonia. Casi no tengo contactos, unas cartas, muy pocas; bueno, una carta por mes, por dos, tres meses. Por ahora no pienso en volver.

Las historias de vida recogidas por la autora incluyen conversaciones detalladas donde los propios migrantes opinan sobre la acogida o el rechazo que han sufrido, sobre cómo viven el racismo, latente o expreso, sobre las facilidades o dificultades que han tenido para llegar, para asentarse, para aprender, para establecer una convivencia: «La confusión, la falta de experiencia directa es una de las bases del prejuicio, que surge ante una realidad de contornos equívocos (…) Por otro lado el temor y el recelo que despierta el extranjero (pobre, no está de más recordarlo) topa con el rechazo que, cuando se hace explícito, inspira tal talante».

Historia de Aicha (Marruecos, inmigrante)

Me casé con 16, me quedé un año, que es 17, y con 18 me he venido aquí. Yo vine igual que una maleta, o sea, un objeto sin pensamiento.

Yo vivo en un país y quiero vivir bien, porque yo no sé si voy a morir mañana, o pasado, u hoy. Quiero vivir bien. No muy bien, pero vivir normal y corriente. Si yo vivo en un país quiero vivir como la gente.

De miedos y amenazas nos habla la autora, que introduce esta reflexión: «Todos, sin excepción, aún sin buscarlo, vivimos la experiencia de lidiar con lo nuevo (…) Sin embargo, a pesar del carácter común de esa experiencia -o puede que a causa de ello- todos los colectivos tienden a sancionar y excluir al extraño. Una idea ancestral y perversa, que escolta a la de pertenencia a un determinado ente, lo refuerza: la de que los de dentro tienen derecho a cerrar la puerta y poner condiciones a quien pretenda incorporarse. Su condición de otro, de ajeno a lo que se considera propio -que no deja de ser aquello de lo que cada uno de apropia– hace que a lo largo de la historia el extranjero, figura radical de la otredad, arrostre siempre una oscura sombra de amenaza que reverbera en hostilidad y rechazo».

La imagen que ilustra este post es de un albergue de acogida a refugiados en Hamburgo, abierto por los vecinos en una escuela abandonada ante la inactividad de las autoridades para responder, en su momento, a la oleada de refugiados desde la isla de Lampedusa. El centro cuenta, por cierto, con una biblioteca.

Honorio Penadés, bibliotecario.

Una educación

Dentro de la 9ª  Semana de la Solidaridad de la UC3M que versará este año sobre Educación y Desarrollo contamos con una actividad, la Conferencia “Educación e integración. Ejemplos a través del cine y de la literatura” a cargo del Profesor Daniel Marías, del Departamento de Humanidades: Historia, Geografía y Arte de nuestra Universidad el día 23 de marzo en la Biblioteca del Campus de Colmenarejo a las 12’30.

En el vestíbulo de la Biblioteca se encontrará una selección de fondos (libros y películas) de esta biblioteca con relatos sobre distintos tipos de educación, en distintas épocas y entornos, para ofrecer una panorámica de los debates, los dilemas y los avances de profesores y alumnos.

Comenzamos con «Mal de escuela» de Daniel Pennac:

– ¿Otro libro sobre la escuela, pues? ¿No te parece que ya hay bastantes?

– ¡No sobre la escuela! Todo el mundo se ocupa de la escuela, eterna querella entre antiguos y modernos: sus programas, su papel social, sus fines, la escuela de ayer, la de mañana… No, ¡un libro sobre el zoquete! Sobre el dolor de no comprender y sus daños colaterales».

Sin salir de Francia encontramos después a «El Gran Meaulnes» de Alain-Fournier, relato del tránsito de la infancia a la adolescencia basado en la introspección y la intuición de tres jóvenes que afrontan el paso a la edad adulta como un salto a lo misterioso:

¡Patio de escuela, en las primeras horas de la tarde, patio que las pisadas de los zuecos habían dejado sin nieve… patio ennegrecido donde sin cesar goteaban, con el deshielo, las tejas del cobertizo…, patio desbordante de juegos y estridentes gritos!

En los mismos años de la educación del Gran Meaulnes pero al otro lado de la frontera podemos leer el relato de Robert Musil «Las tribulaciones del joven estudiantes Törless» que se desarrolla en un decadente y oscuro castillo donde el joven cadete Törless recibe la educación militar propia del Imperio Austro-Húngaro:

Le ocurría algo muy singular con la lectura. Era oficial de caballería y, en general, no le gustaban nada los libros. Cuando leía pretendía, ya al abrir el libro, penetrar, como a través de un secreto portillo, en el centro mismo de exquisitos conocimientos. Debían ser libros cuya sola posesión fuera como una secreta condecoración. La costumbre de leer libros en los que ninguna palabra podía quitarse de su lugar sin que se perdiera su recóndito significado había forjado su temperamento.

Un planteamiento muy distinto, aunque también pleno de un humor amargo, tiene la novela de Miguel de Unamuno «Amor y pedagogía», la historia de un erudito aficionado, amante de la ciencia y deslumbrado ante el positivismo científico que pretende «diseñar» un hijo como un genio, eligiendo sus genes, su entorno y su educación para que sea un gran científico:

Ya tenemos al niño, al sujeto, y ahora surge el primer problema: el del nombre. El nombre que a uno le pongan y que tenga que llevar puede hacer su felicidad o su desgracia; es una perpetua sugestión. ¿No se oye decir a muchos: «Me debo a mi nombre»? ¡Cosa ardua el cómo me llamen y cómo me llame a mí mismo!

El nombre tiene que ser griego, por ser la lengua griega la de la ciencia: sonoro y significativo además.

Y de la pedagogía a la filosofía llegamos a «El mundo de Sofía» de Jostein Gaarder, novela sobre la historia de la filosofía contada por un profesor de instituto que intentó rescatar la novela pedagógica del siglo XVIII con un relato a la joven Sofía para que entendiera el devenir del pensamiento a lo largo de la Historia, y se encontró con una novela de misterio convertida en best-seller mundial:

Por lo tanto no es de extrañar que Sócrates, a la larga, pudiera resultar molesto e irritante, sobre todo para los que sostenían los poderes de la sociedad. «Atenas es como un caballo apático» decía Sócrates «y yo soy un moscardón que intenta despertarlo y mantenerlo vivo». (¿Qué se hace con un moscardón, Sofía? ¿Me lo puedes decir?

Estos y otros libros, más algunas películas que enfrentan el tema de la educación cotidiana, difícil, imaginativa y creativa, estarán a disposición de los lectores en los vestíbulos de las bibliotecas durante la Semana de la Solidaridad.