«Mamá, ¿desde cuándo se ponen cristales en las ventanas?» Mi compañera me contó su perplejidad cuando su hijo Sergio le planteó esta cuestión. ¿Quién de nosotros sería capaz de contestar a esa pregunta ahora mismo? Si miramos a nuestro alrededor sentados en el sofá de casa, observando los objetos más cotidianos ¿sabemos cuál es su origen? ¿desde cuándo usamos tenedores para comer? ¿y por qué tienen cuatro puntas y no tres o cinco? ¿por qué las chaquetas de los hombres tienen una hilera de botones inútiles en las mangas?

En las novelas históricas, a menudo hay gente que sorprende conversaciones que no debería haber oído, ocultos tras cortinajes o agazapados en rincones oscuros de las estancias. Nosotros, que conseguimos un torrente de luz con pulsar un interruptor, no nos podemos imaginar lo oscuros que estaban los rincones de una habitación iluminada con una vela, un candil de aceite o sólo el resplandor de las llamas de una chimenea.

Pues bien, cuestiones como éstas se propuso analizar y explicar Bill Bryson, el autor de este libro, cuando se dio cuenta de que en sus años de estudiante le habían enseñado la Historia de las guerras, los reyes y las conquistas, pero que detrás de eso había…

«…siglos y siglos de gente viviendo tranquilamente su día a día -comiendo, durmiendo, practicando el sexo, haciendo lo posible por divertirse- y se me ocurrió que en realidad, la historia es básicamente eso: montones de gente haciendo cosas normales»

La mudanza a una antigua casa en un pueblecito de Norfolk suscita en Bryson todo un cúmulo de preguntas que le van surgiendo a medida que deambula por su nueva casa y reflexiona sobre la evolución de la vida privada: el baño le hace pensar en los usos higiénicos, desde los romanos, tan aficionados al agua; la cocina, en una historia de las costumbres culinarias, la irrupción de los productos de ultramar al ritmo de las conquistas; el dormitorio, los cambios en el modo de recibir a los recién nacidos y de despedir a los que nos dejan y, cómo no, los diferentes usos sexuales a lo largo de los siglos; Y se da cuenta de que es posible escribir una historia del mundo sin salir de casa:

Todo lo que sucede en el mundo -todo lo que se descubre, o se crea, o todo aquello por lo que se pelea amargamente- acaba terminando, de una manera u otra, en tu casa. Guerras, hambrunas, la Revolución Industrial, la Ilustración, todo está ahí, en los sofás y en las cajoneras, escondido entre los pliegues de las cortinas, en la aterciopelada suavidad de las almohadas, en la pintura de las paredes y el agua de las cañerías. Y por ello la historia de la vida doméstica no es sólo una historia sobre camas, sofás y cocinas, como más o menos me imaginé que iba a ser, sino sobre escorbuto, guano, la Torre Eiffel, chinches, profanación de tumbas y prácticamente todo lo que ha sucedido.

A lo largo de esta obra el autor con una prosa amena y evocadora nos invita a acompañarle de habitación en habitación haciendo descubrimientos asombrosos, enterándonos de cosas insospechadas, con una acumulación de datos y anécdotas siempre interesantes. Probablemente nunca ha cambiado tanto el modo de vida de la humanidad (al menos en occidente) en un periodo de tiempo tan breve como estos ultimos 100 o 150 años. Esta obra nos hace comprender esa realidad, detalle a detalle. Es un libro para leer y volver a ojear, para reflexionar en lo que debemos a algunos inventores, famosos o anónimos, y para ayudarnos a entender un poco mejor a nuestros antepasados de no hace tanto tiempo, todo ello con un estilo ameno, agil y desenfadado.

Puedes encontrar esta obra en nuestra biblioteca, así como otras obras relacionadas:

• «Historia de la vida privada» Philippe Ariés
• «Historia de la vida privada. Tomo 1 ; Del Imperio Romano al año mil» Peter Robert Lamont Brown
• «Historia de las mujeres: una historia propia»  Bonnie S. Anderson
• «Historia de las mujeres en Occidente»  Georges Duby
• «La historia de la vida cotidiana» Luis Castells
• «La vida cotidiana: historia de la cultura material»  Norman J. G. Pounds