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Un poco menos que ángeles, de Barbara Pym

“¡Qué vueltas tan raras da la vida! Y cuánto más cómodo resultaba a veces observarla de lejos, mirarla desde arriba, desde una ventana alta, por así decirlo”.

Trabajo en una biblioteca universitaria y reconozco que me gustan las novelas que incluyen como fondo ambiente académico o investigador, más si aparece una biblioteca y algún personaje bibliotecario, y aún más si la novela es inglesa. “Un poco menos que ángeles” de Barbara Pym (1913-1980) cumple esas tres cualidades y además lo hace en un tono deliciosamente irónico.

Pero no piensen que se trata de una novela erudita al modo borgiano, complicada con sesudas citas y referencias ocultas a las grandes obras de la literatura universal. Desde un punto de vista superficial, como dice la Wikipedia aunque yo diría al primer vistazo, lo que nos cuenta Barbara Pym no son nada más -y nada menos- que historias de relaciones entre hombres y mujeres, poniendo énfasis en los sentimientos de las mujeres “…como si padeciésemos alguna carencia que nos impidiese sufrir de una forma igual de profunda, casi igual de espléndida, que como sufrían los personajes de las novelas de escritoras sensibles”. Claro que desde el mismo punto de vista superficial tendríamos que juzgar entonces a Jane Austen (1775-1817), con la que Pym ha sido en ocasiones comparada con bastante sentido, en mi opinión; ahora bien, los 100 años largos que van de una novelista a la otra hacen que pasemos de leer historias de personajes femeninos que se desenvuelven dentro de la novela para acabar en matrimonio (“es una verdad universalmente reconocida…”), a historias de personajes femeninos que, con plena conciencia de su ironía austenita, orbitan alrededor del matrimonio pero establecen trayectorias libres, personales, decididas por ellas mismas. La protagonista de nuestra novela no es la joven casadera Deirdre Swan sino la madura e independiente escritora Catherine Oliphant (“se ganaba la vida escribiendo relatos y artículos para revistas femeninas y tenía que buscar la inspiración en la vida cotidiana, pese a que la vida misma fuese a veces demasiado dura y cruda y hubiese que hacerla agradable al paladar mediante la fantasía”), y aunque no faltan las historias sentimentales, enamoramientos, rupturas y reencuentros, al final todos los sentimientos de los personajes son observados “con el desapego del antropólogo que observa las costumbres de una olvidada tribu africana”.

No es casual el símil con el trabajo del antropólogo: la novela está originalmente publicada en 1955 y Barbara Pym trabajó en el International African Institute de Londres entre 1946 y 1963, donde compartió tareas con antropólogos, profesores, investigadores, estudiantes y bibliotecarios. Su trabajo allí incluía la edición -adjunta- de la revista ‘Africa’, la gestión de su colección con sus numerosas separatas, la indexación de contenidos y búsqueda de fuentes para la elaboración de bibliografías, lo que, insisto, desde el punto de vista del bibliotecario, añade una nueva delicia a su lectura. Ella misma lo cuenta así en el programa de la BBC “Finding a voice” de 1978: ‘After the war, I got a job at the International African Institute in London. I was mostly engaged in editorial work, smoothing out the written results of other people’s researches, but I learned more than that in the process. I learned how it was possible and even essential to cultivate an attitude of detachment towards life and people, and how the novelist could even do “field-work” as the anthropologist did. And I also met a great many people of a type I hadn’t met before. The result of all this was a novel called Less Than Angels, which is about anthropologists working at a research centre in London, and also the suburban background of Deirdre, one of the heroines, and her life with her mother and aunt. There’s a little church life in it too, so that it could be said to be a mixture of all the worlds I had experience of. I felt in this novel that I was breaking new ground by venturing into the academic scene.’  (Barbara Pym Society)

Antropólogos con experiencia de trabajo de campo en África y estudiantes de antropología que desean obtener una beca de investigación para viajar allí son los personajes de esta novela que se desarrolla entre las casas de los protagonistas en los barrios residenciales de Londres y la biblioteca del centro de investigación que todos conocen como “The Felix Folly”. Pero la observación de las costumbres de los demás es una constante en la novela: desde el arranque, donde Catherine observa el comportamiento de los oficinistas en una cafetería, hasta la escena final con Rhoda y Mave junto a la ventana alta.

Con ese supuesto desapego del observador, en un tono que nunca parece crítico pero que siempre es irónico, encontramos a lo largo de la novela abundantes observaciones sobre el matrimonio: sobre las costumbres cotidianas de los casados (quién se supone que debe arreglar los fusibles o servir el jerez a los invitados), rituales de cortejo (si se debe o no acompañar a las jóvenes a casa y en tal caso en qué debe consistir el beso de buenas noches), papel de los parientes de los jóvenes en el cortejo (sobre si las tías deben o no hacer observaciones sobre la idoneidad de los candidatos a cortejar a su sobrina soltera), ceremonias de entrada en la edad adulta (baile con primera puesta de largo de las jóvenes); así como rituales de la vida en los barrios residenciales de Londres: sobre a qué iglesia acudir el domingo (en las novelas de Barbara Pym siempre se da una cierta importancia a aspectos como el olor del incienso o la calidez en la acogida a eventos parroquiales), la altura de los setos que separan los jardines de las casas (y cuándo es lícito asomarse y saludar al vecino sobre el seto), o el momento adecuado para ofrecer un té en el jardín trasero o en la salita de estar (y si se debe acompañar de galletas o de sándwiches).

No quiero dejar de señalar, por otra parte, lo divertido que me parece el capítulo 8 con la escena del almuerzo: los dos jóvenes estudiantes Mark y Digby -que a lo largo de la novela aparecen inseparables y siempre realizan comentarios sarcásticos- pretenden “ganar puntos” en la obtención de una beca, para lo que halagan a la bibliotecaria del centro de investigación, Esther Clovis -implicada en los baremos para la puntuación de los candidatos a las becas- ofreciéndole una invitación a almorzar. Al almuerzo con la señorita Clovis se suma inesperadamente su amiga y compañera de piso, la señorita Lydgate, y vemos cómo los dos estudiantes tratan de salir indemnes del almuerzo con dos señoras “de mediana edad”, haciendo cálculos para saber si podrán pagar tanta comida y bebida. Incluye uno de mis pasajes favoritos:

-Opino que no se debería entrar en instituciones académicas ni bibliotecas oliendo a alcohol -dijo Mark, en el colmo del puritanismo-. Podría dar pie a una impresión equivocada.

-Ay, jamás había pensado en eso -repuso la señorita Clovis, dando sorbitos a su bebida oscura y espumosa (una pinta de Guinness)-. No creo que nadie se diese cuenta. Además, no pasa nada porque las bibliotecarias huelan a alcohol -añadió, con tono jovial.


Todas las citas corresponden a la traducción de Irene Oliva Luque para Gatopardo Ediciones, editorial a la que hay que agradecer que haya redescubierto para nosotros a Barbara Pym y haya levantado una auténtica #fiebrePym entre los lectores, además de por publicar en español a autoras tan interesantes como (la otra) Elizabeth Taylor, Simonetta Agnello Hornby, Ali Smith, Joan Didion o Ayòbámi Adébáyò.

Un poco menos que ángeles, de Barbara Pym (Barcelona: Gatopardo , 2018) se encuentra disponible en la colección de literatura de nuestra Biblioteca del Campus de Colmenarejo.

Honorio Penadés

El humor es una cosa muy seria

Georges Carpentier 1914

Tan seria que siempre merece un espacio en este blog y todo un festival donde escritores de la talla de Carrère y Echenoz se suben a un escenario para hablar del humor en la literatura, aunque por lo visto con demasiada seriedad.

Otra característica del humor es que no siempre se coincide en lo que nos hace gracia, nos provoca una sonrisa o nos hace soltar una carcajada. Y también hay un matiz cultural muy fuerte que nos distingue en nuestra apreciación del mismo. Lo vemos constantemente con cómicos  que son muy apreciados en sus países pero pueden tener un éxito escaso en otros. Así ocurre también con algunas películas: ¿os imagináis una película como Amanece que no es poco, provocando carcajadas en personas con otros referentes culturales?

El humor está presente en la literatura desde épocas muy tempranas y obras tan clásicas como el Lazarillo o el Quijote podrían considerarse humorísticas. Hay tantos ejemplos en la literatura de todos los tiempos que me cuesta hacer una mínima selección. Sin embargo, lo he intentado y aquí os presento algunos títulos que pertenecen a esa categoría, siempre desde un punto de vista muy personal.

Entre los más clásicos, podemos encontrar a Mark Twain y sus cuentos humorísticos, y a Chesterton y sus ideas de lo que debemos arreglar en el mundo. Capítulo aparte merece la visión cáustica que de la Universidad dan las novelas de campus, donde tendríamos a David Lodge por parte británica, o de madre y  Antonio Orejudo por parte hispánica o de padre (inolvidable la escena de la Biblioteca Nacional y el manuscrito del Mio Cid).

Si hablamos de la literatura en español, tampoco podemos olvidar a Enrique Jardiel Poncela y su Tournée de Dios entre otras , además de sus comedias teatrales. Entre los escritores más contemporáneos, tenemos que destacar a Eduardo Mendoza y toda su serie protagonizada por ese detective escapado de un psiquiátrico que por no tener, no tiene ni siquiera nombre. Que en su última novela hasta ahora, uno de los personajes sea Angela Merkel, nos puede dar una idea de su grado de delirio cómico. Ya hemos mencionado en otra ocasión a Augusto Monterroso pero me cuesta mucho hacer una selección de lecturas humorísticas sin citarlo, aunque paradójicamente una de sus últimas obras junto a su esposa, Bárbara Jacobs, fuera una antología del cuento triste. Por último, mencionaré también al escritor peruano Fernando Iwasaki con títulos tan explícitos como Helarte de amar y otras historias de ciencia-fricción.

Pasando a la literatura en otros idiomas, en la catalana tenemos a Quim Monzó, al que algunos recordarán por la adaptación que Ventura Pons hizo de El porqué de las cosas (¡ojo, bibliotecarios! en uno de los cuentos la protagonista es de la profesión). En cuanto a la literatura italiana, ya hablamos en su día de Dino Buzzati y ahora os recomiendo también la obra de Italo Calvino y en especial su trilogía Nuestros antepasados formada por El barón rampante, El vizconde demediado y El caballero inexistente. Y aunque las novelas de Camilleri protagonizadas por el comisario Montalbano estarían catalogadas dentro de la novela negra, yo las leo sobre todo porque me hacen reír.

Un lugar importante en este intento de antología lo ocupan algunos autores franceses. Lo confieso, tengo debilidad por Boris Vian, escritor y trompetista de jazz, y obras como La espuma de los días o Vercoquin y el plancton me resultan muy agradables y divertidas. Otra de mis debilidades es Daniel Pennac, al que en España se le conoce por sus ensayos Mal de escuela o Como una novela, pero que tiene un lugar en mi “altar” de autores preferidos por crear a la disparatada “tribu Malaussène”, la familia  que acompaña al protagonista, Benjamín, a lo largo de 5 novelas: La felicidad de los ogros, El hada carabina, La pequeña vendedora de prosa, El señor Malaussène y Los frutos de la pasión . ¿Cómo no enamorarnos de un personaje que trabaja como chivo expiatorio en unos grandes almacenes?

Por último, os recomiendo una novela en la que ocurren cosas tremendas, pero que son narradas desde un punto de vista humorístico. Se trata de El Pentateuco de Isaac : sobre la vida de Isaac Jacob Blumenfeld durante dos guerras, en tres campos de concentración y en cinco patrias de Ángel Wagenstein. Quizá obras como esta sean el producto de aplicar la conocida fórmula: comedia= tragedia + tiempo.

De todas formas, como el humor va por barrios y cada uno tiene el suyo, si os lleváis alguno de estos libros y no os parece divertido, espero que me perdonéis y, abusando de vuestra confianza, os pediría que probarais con otro.

Marian Ramos

Un día muy aburrido

Hay días que parece que no acabarán nunca, días en que el tedio y el aburrimiento predominan, pero siempre acaba sucendiendo algo inesperado que nos saca de esa sensación. Sin embargo aquel domingo de 1954 fue diferente. Una jornada cualquiera que con el tiempo terminaría convirtiéndose en un día memorable para la historia reciente.

Científicos de la Universidad de Cambridge determinaron, ya en el siglo XXI, que aquel 11 de abril de 1954 había sido día más aburrido de la historia contemporánea. Nada noticiable aconteció en aquel primaveral y aburridísimo domingo.

59 años después no podemos arriesgarnos a que el hecho se vuelva a repetir, por lo que desde la Biblioteca del Campus de Colmenarejo hemos decidido combatir el aburrimiento con humor, literario en este caso. Una selección de obras que van desde la comedia romántica al humor más negro. De Groucho Marx a Tom Sharpe. Del Diario de Bridget Jones a La caída del Museo Británico pasando por las grabaciones de los incorregibles actores de Muchachada Nui.

Una gran época pide grandes hombres. Hay héroes desconocidos y oscuros, privados de la fama y de la gloria históricas de un Napoleón. Hoy mismo podríais encontrar, por las calles de Praga, a un hombre desaliñado que no se da cuenta de la importancia que tiene para la historia de la magna época moderna. Si le preguntarais cómo se llama, os contestaría con sencillez y modestia: «Soy Svejk…»

Las aventuras del buen soldado Svejk / Jaroslav Hasek

15.15 Me como los diez kilogramos de churros que he comprado. Me gustan tanto que, acabado el último, me como también el papel aceitado que los envolvía.

Sin noticias de Gurb / Eduardo Mendoza

– ¡Propongamos a Groucho Marx para la Vicepresidencia!
   Naturalmente me sentí aludido, y me pregunté por qué había sido elegido para tal honor. ¿Qué causa   impulsaba a mis amigos a presentarme como candidato?
– Porque el vicepresidente, por lo general, nunca dice nada y me ha parecido que esto podría ser una experiencia insólita para usted.

Memorias de un amante sarnoso / Groucho Marx

Otros autores como Miguel Mihura, Rafael Azcona, Rafael Reig, Elvira Lindo o P.G. Woodehouse nos ayudarán a salir del aburrimiento con una terapia completamente eficaz como es la lectura.

León: dícese del que lee demasiado

Diccionario del siglo XXI / José Luis Coll