El exorcista: mucho más que efectos especiales

En 1973, William Friedkin –que había dirigido varios capítulos para la serie Alfred Hitchcock presenta- estrenó su primera película de terror: El Exorcista. El filme, hoy considerado un clásico dentro de la historia del cine, está basado en la novela homónima de William Peter Blatty, quien escribió personalmente el guion de la película y recibió un Premio Oscar por ello. Blatty se inspiró en un exorcismo real efectuado en 1949 en Estados Unidos y del que se enteró cuando era alumno de la Universidad jesuita de Georgetown.

De este modo, la trama aborda los hechos de la posesión diabólica de Regan MacNeil, una niña de dos años que es la hija de Chris MacNeil, una reputada actriz cinematográfica; y del posterior exorcismo al que es sometida por Damien Karras, un joven sacerdote cuya madre sufre una terrible enfermedad; y por Lankester Merrin, un arqueólogo experto en exorcismos.

Quizás, las imágenes más relevantes del filme son las de la posesión de la niña, que en muchos casos traspasa la fina línea entre el terror y la comedia –especialmente al ser revisada décadas después de su estreno-, pero lo cierto es que la película profundiza mucho más en temas como la culpa, la ambición o la educación de los niños. De hecho, hasta que la niña es poseída –cosa que no ocurre hasta más allá de la primera mitad de la película-, los personajes ya han sido descritos con mucho detalle a través de sus miedos, deseos e inseguridades.

Hoy en día, el cine de terror peca mucho de centrarse en los grandes efectos especiales y en los sustos momentáneos, pero el cine de este género de antaño, que no contaba con los avances tecnológicos actuales, profundizaba mucho más en el desarrollo de los personajes para potenciar el terror. Por ello, más allá de las icónicas escenas de la niña poseída gritando obscenidades y con la cabeza girando, el punto fuerte de la película pasa por construir unos personajes sólidos, con problemas internos que van más allá de la posesión demoniaca de la niña.

Un tema muy importante que aborda el filme es la aparente culpa. La culpa que sienten tanto el personaje del cura como el de la madre de la niña. Por un lado, el cura siente que ha abandonado su madre, internada en un centro en el sufre una enfermedad terminal. Por ello, cuando su madre muere, Damien Karras se siente culpable por haberla dejado sola y siente que ayudando a la niña realizándole el exorcismo podría expiar así los pecados que siente. Por otro lado, la madre de la niña tiene una carrera que abarca prácticamente todo su tiempo, por lo que su hija pasa grandes horas sin ella. Con una figura paterna ausente, la niña se pasa el día casi por completo con la niñera. Aunque cuando la niña empieza a empeorar, la madre dedica todo su tiempo y dinero buscando la cura de su hija, Chris MacNeil no deja de sentirse culpable por no haber podido disfrutar de su hija cuando esta estaba bien. Al final, ambos consiguen encontrar la paz que buscaban, pues Chris recupera a su hija y Damien alcanza la paz eterna.

Con unas actuaciones estelares de Ellen Burstyn, Jason Miller y Linda Blair, que consiguieron tres de las 10 nominaciones al Premios Oscar que recibió la obra audiovisual, El Exorcista es, sin ninguna duda, una de las mejores películas de terror del cine. Y aunque hoy algunas escenas son imposibles de ver sin reírse, el filme es igual de disfrutable que cuando se estrenó hace casi medio siglo.

Iñaki Parra Lázaro. Alumno UC3M

 

 

 

Imagen: De Pollack man34 – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0

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