Viaje al cuarto de una madre: Las historias que nunca se cuentan

La directora Celia Rico dio el brillo a las historias de mujeres el pasado año gracias a su ópera prima. Viaje al cuarto de una madre, una película muy pequeña que consiguió que todos los espectadores vieran a su madre reflejada en ella, se convirtió en un pequeño éxito que logró cuatro nominaciones a los Premios Goya. Puede que no hiciera una taquilla multimillonaria, pero sí alcanzó un estatus muy especial a la altura de otras películas españolas dirigidas por mujeres en los últimos años como La Novia de Paula Ortiz (2015) y Verano 1993 de Carla
Simón (2017).
Todas ellas lograron convertirse en pequeñas joyas del cine español que cuentan historias de mujeres, un espejismo en una filmografía nacional dominada por los thrillers hipermasculinizados donde siempre está Antonio de la Torre. Y es que más allá de los trabajos de Isabel Coixet (La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí, La librería) o de Pedro Almódovar (Julieta, Todo sobre mi madre, Volver), resulta difícil encontrar películas de este tipo que logren tener una pequeña trascendencia comercial. Por eso, Viaje al cuarto de una  madre es casi un milagro del que hay que estar muy orgullosos y que ya está disponible en el catálogo de la Biblioteca de  Humanidades.
La película narra la historia de una madre y una hija, que afrontan su vida tras el fallecimiento del padre. La hija, Leonor, desea marcharse de casa, pero no se atreve a decírselo a su madre, Estrella, que no quiere que su hija se vaya pero que es incapaz de retenerla a su lado. Así, Estrella se enfrentará a una nueva situación en la que se verá sola en la casa, con un brasero con el que calentarse y con aguja e hilos que le ayuden a sacar su casa y a su hija adelante gracias a su habilidad como costurera.
En relación a las interpretaciones, Anna Castillo da una interpretación modesta frente a una Lola Dueñas que se come la pantalla y que nos recuerda que estamos ante una de las mejores actrices españolas, a la altura de Maribel Verdú, Blanca Portillo o Candela Peña. Dueñas no tiene grandes líneas de diálogo, ni un monólogo de esos que arañan el alma, pero sí cuenta con una sensibilidad y una gran cantidad de matices que ensalzan a un personaje universal: la madre.
Muchos son los papeles de madre que han existido a lo largo de la historia del cine, como las estridentes madres que mostraba Alfred Hitchcock en su filmografía. De hecho, hasta hace muy poco era prácticamente el único papel que los guionistas escribían para las actrices. Sin embargo, Rico muestra una historia íntima, desde una sensibilidad absoluta y tratando de poner en valor lo que hace una madre. Y lo consigue con creces, pues todo aquel que ve la película siente la necesidad de reconocer el trabajo, la paciencia y el amor de su madre, un
trabajo que siempre está invisibilizado y relegado, en el cine también. Por ello, el guion de Celia Rico –que ya dirigió el cortometraje Luisa no está en casa- es toda una visibilización del trabajo que históricamente han sido obligadas a realizar las mujeres, pero que nunca ha sido reconocido. Estrella plancha, cose, calienta la casa y se encarga de sacar adelante la dura economía familiar. Y lo hace día tras día. Aunque haya día más duros y donde
no pueda sonreír, ella lo hace porque el bien de su casa y de su hija. Y poner el foco de una película en eso es –todavía- toda una revolución.

Iñaki Parra Lázaro. Alumno UC3M

 

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