‘The Young Pope’: “I love God because it’s so painful to love human beings”.

El director italiano Paolo Sorrentino tiene en su haber un tipo de cine que, guste más o menos, destila pasión por el arte cinematográfico por todos sus costados. La Gran Belleza, ganadora de un Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa en 2014, fue el punto en el que su trabajo empezó a popularizarse a nivel internacional, algo que se confirmó con La Juventud, una obra de carácter más irregular. En 2016, Sorrentino dio el salto a la producción televisiva con una serie que prometía causar una gran controversia. Y qué salto.

Vista desde fuera, The Young Pope pudiera parecer nada más que una habitual serie de conspiraciones y tramas políticas ambientadas en la Ciudad del Vaticano. Incluso, dada la temática, se podría llegar a pensar que se iba a hacer gala de un ritmo lento y pausado, no del gusto de los grandes públicos. Sin embargo, el producto que finalmente llegó a nuestras manos desde HBO fue algo totalmente diferente. Agradecidamente diferente.

Lenny Belardo (Jude Law), un joven cardenal norteamericano, resulta elegido Papa como consecuencia de los tejemanejes de uno de sus compañeros de cónclave, quien le considera alguien tranquilo y manejable. Lenny, sin embargo, es una persona que tiene mucho más de lo que aparenta. Bajo el nombre de Pio XIII, inicia un papado distinto y revolucionario en muchos aspectos, pero también conservador y oscurantista. La cabeza de la Iglesia queda en manos de un hombre tan místico y santo como maquiavélico e indescifrable.

The Young Pope es una atrevida y poco convencional reflexión sobre la fe que no te deja intacto después de su visionado; durante cada uno de los capítulos, acompañaremos al recién elegido Papa a la par que nos asomamos al abismo de su profundo mundo interior, de su pasado, de sus traumas y de su relación con Dios. Todo esto llevado a cabo por la firme mano de Sorrentino, que imprime a su obra de un ritmo no excesivamente acelerado pero que consigue atraparte desde el primer minuto sin permitirte levantar la mirada de la pantalla. Sobra decir que, además, el realizador napolitano compone cada plano, como es ya característico en él, como si fuera en sí una cuidada obra de arte; una serie de cuadros a los que el espectador se asoma conforme van pasando los segundos.

Jude Law se luce en el que es sin atisbo de vacilación uno de los mejores papeles de toda su carrera, pintando un personaje con muchas luces pero con demasiadas sombras; alguien al que no dejamos de acercarnos una y otra vez para, acto seguido, alejarnos de nuevo ante sus misterios y sus decisiones extravagantes y poco convencionales. Se siente tan cómodo en su piel que, desde el primer minuto de la serie, Law queda oculto, absorbido totalmente por el maniático Lenny Belardo. El resto de interpretaciones, aunque desde luego también magníficas (excepcional Javier Cámara como el cardenal Gutiérrez), flaquean ante el protagonista, que sin duda será recordado como uno de los grandes personajes televisivos de nuestra era.

Puede que la serie de Sorrentino no consiga conectar con todos los públicos, pero merece el acercamiento: tan profunda y magnética que, con sus pros y sus contras, se ha ganado el puesto de ser una de las mejores series televisivas del año.

Podéis pedirla prestada en la Biblioteca de Humanidades y opinar por vosotros mismos.

David López González (alumno de la UC3M)

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