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Querido Miguel, de Natalia Ginzburg

La novela que tenemos entre manos es una novela epistolar, aunque intercala algunos textos que complementan. Esta forma facilita que veamos situaciones desde ángulos diferentes y cómo las mismas vivencias afectan de forma distinta a los diferentes personajes.

“Querido Miguel” de Natalia Ginzburg refleja situaciones habituales en el discurrir de los días, cosas cotidianas, pero que a través de ellas van aflorando sentimientos y vivencias. Se desarrolla durante un período corto de tiempo, únicamente unos meses y principalmente en Roma, refleja momentos actuales y al hilo de estos se rememoran recuerdos del pasado, que cómo casi todo lo que se recuerda parecen momentos más felices. La necesidad de comunicación la canalizan a través de Miguel, individuo bastante independiente y menos apegado a la vida familiar, sin embargo, todos están pendientes de él.

Miguel proviene de una familia desestructurada, lo que afecta a su desarrollo y formación, que vertebra toda la trama y a su alrededor van aflorando los diferentes personajes que conforman la obra. A través de las cartas vemos las realidades que viven y emergen. Miguel es el que más incertidumbres tiene, del que menos conocemos sus andanzas, quedan algo ocultas por su clandestinidad, su compromiso político, sus relaciones, sus decisiones intempestivas que sorprenden a los familiares y amigos. El final ayuda a pensar en esta posibilidad.

Miguel, sin ser su objetivo, es capaz de favorecer la preocupación de su madre, la ayuda de sus hermanas y amistades capaces de ayudar sinceramente, y personas que no pertenecen al entorno familiar se ayudan, se acompañan y se comprenden.

La acción comienza en Roma, de dónde huye Miguel a Londres y de allí a Bélgica, durante los primeros meses del año 1970, la familia ignora bastante de su vida y debe seguir sus actividades poco lícitas y con una vida muy cambiante con decisiones rápidas y poco maduras, es la familia la que aparece en primer plano, la que transmite todas estas situaciones y preocupaciones. Se muestran unas relaciones familiares tensas y cierta familiaridad con los extraños.

Analizando los personajes de la novela, todos proyectan soledad, vidas difíciles con muchas trabas para seguir adelante y que además ellos mismos se ponen zancadillas, parece que les está vetado poner buenas soluciones. La preocupación y angustia de la madre, la necesidad de acercamiento al hijo y las circunstancias que lo separaron, la relación con las hermanas, especialmente con Angélica que es más resolutiva, la importancia de la amistad, la irreflexiva Mara que espera soluciones de los demás para su situación tan precaria. Importante papel de las mujeres de la historia.

“Pero por desgracia es muy raro darnos cuenta de los momentos felices cuándo los estamos viviendo. Solo nos damos cuenta, generalmente, cuando ya media el tiempo.”

La obra fue llevada al cine con el mismo título por Mario Monicelli en 1976.

Natalia Ginzburg es una autora muy recomendable, y en nuestra biblioteca tenemos esta y otras obras suyas.

Rosa Jiménez Villarín

Escritoras, una historia de amistad y creación

Por el Día del Libro voy a hacer una recomendación muy concreta, un poco interesada, bastante personal. «Escritoras: una historia de amistad y creación», con texto de Carmen G. de la Cueva e ilustraciones de Ana Jarén, editado por Lumen en este 2023, hace apenas un par de meses.

Hace ese par de meses, precisamente, que llevo leyendo distintos textos sobre las autoras españolas de las generaciones inmediatamente previas a la guerra civil, llamadas las sinsombrero, o las mujeres de la generación del 27, aunque en cuestión de clasificaciones siempre hay discusión. Son las mujeres, las autoras, que vivían y estaban activas en los años 20 y 30 del siglo XX ¡hace 100 años nada menos! He leído, porque todo se entrelaza y se dispersa y se reúne, a Viginia Woolf, a Elena Fortún, a Gloria Fuertes, a Rosa Chacel, a Concha Zardoya, a Carmen Martín Gaite… no son ellas las sinsombrero, pero hay un hilo que teje uniones entre ellas.

Y de hilos y tejidos está lleno este libro escrito a cuatro manos. Tejidos que, como un antiguo regalo de una abuela, nos evocan los distintos ambientes -vida y trabajo entremezclados- en que se desarrollaron los talentos, las penas y alegrías de estas mujeres que, como en una galería de espejos, nos van presentando las autoras, con Virginia Woolf siempre en la sombra, siempre arropando: conocemos a Carmen Baroja, una mujer de la generación del 98 según sus propias palabras, nos vamos encontrando con María Goyri -el comienzo del mundo universitario-, María Lejárraga (o María Martínez Sierra, como firmaba cuando escribía las obras por las que su marido era reconocido), María de Maeztu (creadora del cuarto propio para tantas mujeres) y una de las autoras cuya vida es para mí más impactante, Elena Fortún, escritora puente entre generaciones precisamente por ser escritora de literatura infantil y a ella acudieron otras más jóvenes, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Esther Tusquets; sabremos en este libro sobre ideales institucionistas, liberales, republicanos, refugios como la Residencia de Señoritas y el Lyceum Club de Madrid, o el desgarrador exilio tras la guerra.

Las tristes vidas y las vidas esperanzadas; los fracasos en sus familias, en muchos casos; las incomprensiones; las tragedias ¡cuántos hijos muertos!; los desengaños ¡qué vanos, muchas veces, los escritores varones que tuvieron cerca! De todo ello sabremos, pero no es un libro amargo, no crean. Tampoco es una sucesión de biografías, ni es un libro académico, ni político, aunque algo de todo ello tenga. Es, efectivamente, una genealogía de la creación -de la escritura- por parte de las mujeres de varias generaciones que nos lleva a la historia de esa misma creación por parte de la autora de los textos, de los hermosísimos textos en muchos casos, Carmen G. de la Cueva.

Me habría gustado, para terminar, saber un poco más de las genealogías de la creación de las ilustraciones, de las maravillosas ilustraciones de Ana Jarén, que -hay que destacarlo- no son un adorno del texto, son una parte esencial del relato y cuentan muchas veces lo que queda oculto por debajo del texto. Decía al comienzo que mi reseña era interesada, y es porque no quiero dejar de destacar la relación ¡tan buena! que tenemos en esta Biblioteca con Ana Jarén, a la que tuvimos el gusto de exponer en 2021 con otro de sus libros ilustrados, «Amigas».

Lo tenemos en la biblioteca, como otros textos de Carmen G. de la Cueva y otros libros ilustrados por Ana Jarén.

Honorio Penadés, bibliotecario.


Entrevista a las autoras en RTVE Noticias

Leyendo a Siri Hustvedt en octubre

¿De dónde vienen las historias? Por qué no, quizá sea esta la pregunta fundamental. Cuando uno lee un libro, las historias van apareciendo ante su mirada, una detrás de otra, o entrelazadas, o confundidas. Cuando uno escribe un libro las historias no fluyen del mismo modo, ni evolucionan o se mezclan o se ramifican con facilidad. Cuando uno vive una vida, las historias corren a lo largo del terreno, te hacen tropezar o te aúpan como una ola aúpa al surfista, las historias aparecen y desaparecen a veces antes de que las atrapes.

Nuestra novelista de octubre, la estadounidense Siri Hustvedt, es especialista en reflexionar sobre las historias.

Cuando escribo una novela, siempre tengo la sensación de estar desenterrando viejos recuerdos, intentando dar la versión correcta de la historia. Pero ¿cómo puedo saber cuál es la historia correcta? ¿Por qué una historia y no otra?

Elegí este libro para leer en octubre por la campaña #LeoAutorasOct y porque octubre es el mes de las escritoras y porque en realidad leo más escritoras que escritores pero en el fondo qué importa. Elegí leer la novela Recuerdos del futuro, de Siri Husvedt (Seix Barral, 2019) al mismo tiempo que su ensayo La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral, 2017), libro del que procede la cita anterior.

La novela que traigo es, en palabras de la protagonista del libro, «un montón de páginas que iba en varias direcciones a la vez». La protagonista que habla del propio libro que protagoniza es un alter ego de Siri Hustvedt, responde a las mismas iniciales de S.H. -aunque las comparte también con Sherlock Holmes- , nació como ella en el estado de Minnesota, viajó como ella a Nueva York en los 70 para estudiar y para consagrarse a la escritura, tiene como ella una hija artista -aunque un marido muy distinto, pero no hablemos de él- y tantas cosas en común que, como pasa cuando parece que la autora/personaje pierde el control del libro, las historias pueden ser de una S.H. o de la otra S.H. y se ramifican, se mezclan, aparecen y sobre todo desaparecen.

Estoy escribiendo ahora, escribiendo contra el tiempo, por el tiempo, con el tiempo y en el tiempo. Estoy escribiendo fuera de mi tiempo e introduciéndome en el tuyo, lector. Hay magia en este simple acto ¿no? Para ti podría ser el año que viene mientras que para mí todavía es este año. Para Página, en la página, los muertos hablan a los vivos. Recuérdese que los espíritus inquietos se elevan y salen de la biblioteca para atormentarnos.

S.H. vive en esta novela al menos en dos tiempos: uno es el presente de la joven escritora que ha alquilado un cuchitril en Nueva York, que corre ciertas aventuras y trata de escribir un libro; otro es el presente de la misma escritora, treinta o cuarenta años después, que vive el deterioro de la memoria de su madre recuperando su propia memoria y reflexionando sobre su propia escritura. La joven S.H. desarrolla una historia que querría ser del otro S.H. que mencioné, Sherlock Holmes, pero no se asusten porque no sigue por ahí el libro; la joven S.H. al mismo tiempo vive su propia historia de misterio e intriga, con algo de hippismo setentero y algo de parodia del New Age imperante en la época. La S.H. madura recupera su memoria del pasado a través de cartas perdidas y de nuevo encontradas, diarios, visitas a su madre,  y una serie reflexiones sobre su propia escritura.

Parece que se confirma el título de «Recuerdos del futuro» cuando nos damos cuenta de esa mezcla de tiempos que es constante en la novela, y a mi juicio lo que podría resultar pretencioso – S.H. me disculpe- resulta en cambio gracioso: tiene algo de las partes «Del lado de acá» y «Del lado de allá» de Rayuela – Cortázar me disculpe-, algo del intercalado de tiempos y personas de «Conversación en La Catedral» -con permiso de Don Mario- y hasta la broma cósmica de titular su libro igual que un célebre bestseller de la New Age de los años 70, del experto en extraterrestres Erich von Däniken.

Cualquier libro supone el paso de la inmediatez a la reflexión. Cualquier libro comprende un deseo perverso de cargarse el tiempo, de burlar su tirón inevitable. Blablablá y dumdadidúm. ¿Qué busco? ¿A dónde voy? ¿Estoy buscando en vano el momento en que el futuro que es ahora el pasado me hizo señas con su cara amplia y vacía, y yo me encogí, tropecé o corrí en la dirección equivocada?

Claro que yo sigo mostrándoles citas de la parte más reflexiva del texto, pero no crean que se trata de eso todo el tiempo. Es una novela, deconstruida pero novela, con acción, o mejor dicho acciones, o mejor dicho historias. Y entre las historias hay su parte de intriga, su parte de romance, su parte de crecimiento personal, etc. Y entre las historias, como contaba al comienzo, las hay que aparecen y las hay que desaparecen. Como la de Wanda, la estudiante de ruso en la universidad que aparece en un breve encuentro en una cafetería en las primeras páginas y no vuelve a aparecer en todo el libro y que yo -S.H. me perdone el robo- rescaté de la página 27 y trasladé a un pequeño relato que escribí, pero eso es otra historia. Como Isadora, presente en la novela dentro de la novela y que sufre su propia evolución, O como Aaron, personaje que aparece y desaparece, en la misma cafetería que Wanda pero sin relación con ella. Y Lucy Brite hablando al otro lado de la pared, y su círculo de amigos esotéricos de pacotilla. O Marcel Duchamp, que se cuela en la novela para ser desenmascarado como falso artista.

Pero dejemos ya el libro y volvamos a la autora, que lo que yo quería era sumarme a la celebración de leer autoras en octubre. Nuestra autora S.H. se retrata de un modo muy curioso en la página 148:

Soy una narradora sofisticada, madura y erudita, en general amable aunque puedo ser cruel, y tan proclive al engaño como cualquiera pese a que intento ser honesta conmigo misma y admito que hay lagunas en mi propia historia. Estoy tarareando mi canción a mi manera, señora, mientras me abro paso por avenidas y callejones y entro en edificios donde subo en el ascensor o por las escaleras y abro y cierro puertas y, sí, pego la oreja a las paredes, bolígrafo y cuaderno en mano.

Quedémonos con esta descripción, que al menos a mí me parece un poco teresiana, en el Día de las Escritoras. Y si quieren leer a S.H. en la biblioteca tenemos todo esto disponible.

 

Honorio Penadés, 15 de octubre de 2021, festividad de Santa Teresa de Jesús