La Chinoise

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Una curiosa relación entre realidad y ficción convive en la película La Chinoise (Jean-Luc Godard, 1967), la cual, aparte de ser considerada un brillante manifiesto político premonitorio de las revueltas del Mayo del 68 francés, se descubre como un brillante ensayo sobre los límites de la ficción y el documental que se dan en una misma trama.

Tras ser uno de los máximos representantes de la “Nouvelle Vague”, el director comienza con esta película un ciclo político de compromiso de carácter maoísta coincidiendo con la creciente agitación política de Francia y el contexto revolucionario internacional. Sin embargo no abandonará uno de los principales rasgos de su filmografía anterior, el gusto por la experimentación.

Dentro de la puesta en escena encontramos cómo muchos de los diálogos están construidos a partir de un recurrente interrogatorio a los personajes, el cual es entendido como un síntoma, no un simple elemento curioso sino una voraz conquista del lenguaje, para definir y reinventar el mundo. En ocasiones la propia cámara girará hacia el interrogador, detallando una específica parte del proceso de creación de la obra y contribuyendo al universo cinematográfico mediante una profunda reflexión sobre los límites de la representación.

Estas técnicas de distanciamiento que juegan con la metareferencialidad (algo que empieza a ser característico al inicio de la posmodernidad), queda estrechamente unida al juego de los protagonistas, quienes, a pesar de ser universitarios pequeñoburgueses, juegan a ser revolucionarios a partir de la repetición metódica de frases de teoría marxista.

La obra incluso comienza con una advertencia del director acerca del “representacionismo”, pues el subtítulo de “La Chinoise” será “Une film en train de se faire”, lo que quiere decir, una película en proceso de creación. Consecuentemente, se demanda un espectador que deba estar alerta para deconstruir el mensaje correctamente y pueda entenderlo como un proceso en sí mismo, una transformación en su mentalidad tanto artística como revolucionaria, en relación con la “Revolución Cultural” china. La película está construida siguiendo el principio del “doble frente de acción”, una apuesta por la unidad entre el contenido y la forma del mismo modo que la política y el arte deben ir unidas para lograr el cambio social.

Sin duda uno de sus valores fundamentales es que, aún siendo construida en relación a un momento histórico y social concreto, las enseñanzas políticas y artísticas que el autor nos ofrece no han quedado para nada obsoletas, por lo que un profundo análisis de su significado y simbología será siempre recomendable.

Yago de Torres Peño (alumno de la UC3M)

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