Pajaritos y pajarracos, por Patricia Izquierdo Pérez, alumna de 3er curso de Periodismo y Comunicación Audiovisual UC3M 1

pajaritos

Pajaritos y pajarracos, o de cómo hacer cine rupturista.Uccellacci e Uccellini (1966) es una “fábula narrada en prosa”, tal y como la describe su director, Pier Paolo Pasolini. La película trata el ocaso de las ideologías, y reflexiona principalmente sobre el declive del marxismo, ideario que profesa el autor. El cineasta italiano realiza un ensayo en el que se cuestiona sobre el destino de la humanidad. Esta pregunta sin respuesta sirve como introducción al filme, a través de una frase extraída de una entrevista al líder comunista Mao Tse Tung que dice: “¿Dónde va la humanidad?- Quien sabe.” Este inicio inaugura un estilo directo, claro y enormemente referencial, constante en toda la obra. Poco después aparecerá otro epígrafe de igual peso simbólico que el anterior, y que de nuevo se sustenta en la metáfora del recorrido: “el camino comienza y el viaje ya ha acabado”. La frase es un reflejo de la perspectiva pesimista que rige el film, no tanto beligerante como crítico y reflexivo.En los títulos de crédito iniciales queda ya patente que nos encontramos ante una película atípica, no sólo porque éstos sean cantados y se haga una primera presentación verbal de los protagonistas: el loco, humano, absurdo y dulce Totó y el inocente y sagaz Davoli Ninetto, sino porque también se desvela que es una película comprometida. La canción dice que el productor, Alfredo Bini arriesgó su posición y que Pasolini arriesgó la reputación. Esto último tiene que ver con que Pajaritos y Pajarracos abra una segunda etapa en el cine del italiano en la que deja atrás su etapa Gramsciana. En este primer período había intentado adaptar grandes obras a un amplio público, con la intención de dirigirse al pueblo, pero se da cuenta que con esto sólo había conseguido sumergirse en la cultura de masas y en la lógica del naciente sistema neocapitalista que detestaba, por lo que empieza a hacer películas complejas y dirigidas a una élite intelectual. En este sentido, la politización y el contraste con el cine dominante comienza deliberadamente fuera del propio texto fílmico.La historia narra el vagar de Totó y su hijo Ninetto por la periferia de Roma. Ellos representan la clase obrera italiana de la época, despreocupada, inocente e ignorante. En su camino encuentran a un cuervo con capacidad de habla que insiste en acompañarles. El cuervo resulta ser un intelectual de izquierdas que pretende instruirles y hacerlos reflexionar sobre sus valores, sin embargo, envidia su sencilla vida y se da cuenta de que está acabado, que no consigue lo que se propone, puesto que sus enseñanzas son ignoradas. La película es una suerte de fábula en la que concurren varias “lecciones morales”, ejemplo de ello es el momento en que Totó se muestra cruel e inflexible con la familia pobre que vive en una casa de su propiedad pero no puede pagar el alquiler. Más tarde será tratado con mayor dureza cuando un dentista le reclame violentamente el pago de la dentadura que había hecho a su mujer. Otra moraleja sirve para el final del film: aquí Ninetto y Totó se comen al cuervo, aunque en principio es pesimista ya que supone que los hombres han desoído toda la lección moral del animal, queda un resquicio a la esperanza. Poco antes el cuervo había dicho que quién se come al maestro retiene algo suyo, por lo que no todo está perdido.La reivindicación del marxismo y catolicismo hacen una extraña y contradictoria mezcla que sin embargo, converge en el autor, de educación católica. Esta contradicción se expresa perfectamente en la explicación de la procedencia del cuervo, considerado el alter ego de Pasolini. El ave dice venir del país Ideología, La Villa del Futuro, Calle Karl Marx, número 70 veces siete (referencia a un pasaje bíblico del evangelio según San Mateo, sobre el que el director rueda una película homónima en 1964).Dentro de la obra hay un episodio que parodia el filme Francisco, juglar de Dios, (1950) de Rossellini, uno de los realizadores más admirados por Pasolini. En principio, es concebido como una narración independiente pero se inserta como una historia contada por el cuervo a sus acompañantes. Se remonta al año 1200 y trata la evangelización de pájaros por los frailes franciscanos, fray Cicicillo y fray Ninetto, interpretados por los mismos actores. Se advierte previamente que cualquier coincidencia con personas de nuestros días no es casualidad. En la parábola se predica tanto a los gorriones (pajaritos) calificados de humildes, que juegan el rol de clase dominada, como a los halcones (pajarracos) que son los prepotentes y equivalen a la clase dominante. Aunque fray Ciccilo consigue aprender su lenguaje con esfuerzo y evangelizarlos, las dos especies siguen matándose entre sí. La parábola finaliza con una profecía de San Francisco sobre un hombre de ojos azules que dirá que “a medida que progresa la sociedad surgen a la luz las desigualdades que afligen a la humanidad.” Y plantea que ese conocimiento de “desigualdad entre clase y clase, entre nación y nación, es la más grave amenaza para la paz”. Este texto se refiere a un discurso del Papa Pablo VI en la ONU.

Esta es sólo una muestra del estilo referencial y directo mencionado anteriormente, y que incluye desde las menciones explícitas a Rossellini o Brecht hasta señales en el camino que indican la distancia en kilómetros a Estambul y Cuba, pasando por los nombres de las calles a gente de clase obrera: Calle Benito lágrima, desempleado, Calle Antonio Come-pasta, barrendero, Calle Lillo Sábanas rotas, en la calle desde los 12 años, y otra clase de guiños como el hecho de que el protagonista vaya a defecar a un terreno que se ha presentado como ‘propiedad privada’.

Otra peculiaridad de este filme es que priman los ‘problemas’ y no tanto los personajes. Las verdaderas protagonistas son las ideas y eso queda patente en la forma en que son nombrados los personajes: Ninetto es hijo del inocente Totó y de la simple Gracia, que viven en y el cuervo es hijo del señor Duda y la señora Conciencia. Por otra parte, se encuentran todavía vestigios neorrealistas, no sólo en la ya mencionada alusión a una obra de Rossellini, sino también en el retrato de la sociedad italiana contemporánea y en la utilización de actores no profesionales (excepto los dos principales).

En cuanto a los rasgos formales, Pasolini desarrolla un estilo muy particular, alejado de la norma. Difiere del neorrealismo en la ausencia de planos secuencia, un recurso muy característico de la corriente italiana. La película cobra sentido a través de un montaje muy fragmentado heredado de Eisenstein. Abundan los grandes planos generales y los planos que presentan a los personajes de forma aislada, a pesar de compartir el espacio con otras personas. No se preocupa por la transparencia de la representación. En ocasiones los actores miran a cámara, como ocurre en la secuencia inicial con jóvenes que bailan en la salida de un bar, y con ello se rompe la cuarta pared que tanto preocupaba al cine clásico tradicional. Aparecen incluso imágenes documentales del entierro del líder comunista italiano Palmiro Toggliati; da la impresión de que Totó y Ninetto lo divisan, sin embargo, es evidente que son diferentes espacios y por lo tanto hay una ruptura de la coherencia espacio-temporal.

En definitiva, Pasolini hace un ensayo crítico, independiente y rupturista tanto en términos de contenido como en lo concerniente a la forma. Pajaritos y pajarracos es un contrapunto al cine mayoritario y convencional, tanto al de los sesenta como al actual, ya que muestra el total compromiso político del autor, que no esconde ni maquilla su airada y pesimista visión del mundo, al que condimenta con altas dosis de ironía.

 

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One comment on “Pajaritos y pajarracos, por Patricia Izquierdo Pérez, alumna de 3er curso de Periodismo y Comunicación Audiovisual UC3M

  1. Responder Amalia Paloma González Jiménez May 21,2012 11:33 am

    Al leer este post y mientras repasaba mis apuntes no he podido dejar de notar las conexiones entre el pensamiento de los formalistas rusos y el giro izquierdista de la teoría cinematográfica tras mayo del 68, perspectiva bajo la cual analizamos esta película. Situada dentro del grupo de filmes que Narboni y Comolli vinieron en llamar lo de la «segunda categoría», esto es, aquellos que no solo enarbolaban un discurso político sino que también dinamitaban las formas de representación del cine dominante, Pajaritos y pajarracos podría ser vista como un manifiesto de algún formalista ruso.
    Al igual que a Eijenbaum o Tinianov, a los autores de Cahiers les preocupaba más que el estilo y convenciones de las películas, la capacidad de éstas para meditar sobre sus cualidades formales (razón también por la que en este post acerco los críticos franceses a los formalistas rusos y no a los estructuralistas). Cuando Patricia cita el estilo referencial de esta obra o dice que los verdaderos protagonistas son las ideas no puedo evitar pensar en la máxima formalista de que el cine transforma la realidad en signos o en que, como decía Tinianov, el arte tiende a la abstracción de significados.
    Señala Shklovsky a cuento de las obras de Chaplin, que la trama – en este caso el devenir de Totó y su hijo – queda supeditada al estilo, caracterizado aquí por esas digresiones y anécdotas simbólicas como la de cagarse en la propiedad privada. Por si las resonancias del formalismo ruso fueran pocas, las consignas del cuervo o las menciones a ciudades o personajes comunistas, traen a la mente la idea de Eijenbaum de que el lenguaje verbal ha de contribuir a la legibilidad de la imagen facilitando así la comprensión de filmes como éste, que cumplen con la función esencial del arte y del cine por extensión según la escuela rusa: conseguir la desfamiliarización en aras de un distanciamiento brechtiano que dé lugar a la reflexión crítica.

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