Los Tenenbaum por Víctor Aertsen, alumno UC3M

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Indudablemente, Wes Anderson es uno de los directores jóvenes más interesantes del panorama norteamericano contemporáneo. Un creador digno del apelativo autor (con todas sus connotaciones originales), capaz de rearticular infinidad de influencias –como veremos- para construir un universo particular, reconocible e imitado. Posmoderno hasta las trancas, Anderson nos ofrece una filmografía que recorre referentes y géneros, creando un pastiche tan explosivo como entrañable.
Tras estar 17 años separado de su familia, Royal Tenenbaum (Gene Hackman), vividor cínico y caradura lleno de prejuicios, descubre que su mujer (Anjelica Huston) pretende volver a casarse con un hombre serio, responsable… y de color (Danny Glover). Fingiendo un terminal cáncer de estómago, regresa a casa con la intención de recuperar a su esposa e hijos, Chas (Ben Stiller), Margot (Gwyneth Paltrow) y Richie (Luke Wilson), tres genios prematuros ahora adultos Peter Panes estancados en anhelos y frustraciones de la infancia. La “enfermedad” de Royal los reunirá en la casa familiar, y servirá de excusa para que unos y otros superen rencillas y crisis personales.
Lo que a simple vista podría parecer otra comedia indie norteamericana sobre familias disfuncionales -cuya proliferación debe mucho a Los Tenenbaum- resulta ser un filme lleno de encanto e ingenio, con unos personajes deudores del Peanuts (Snoopy en España) de Charles Schulz y la obra de Salinger, divertidos y extravagantes, ingenuos y entrañables, gregarios empedernidos, habitantes de un universo repleto de juguetes y dibujos legados de una infancia hiperactiva, consumidores culturales obsesos caracterizados por lo que visten y portan, capaces de divertirse como los Beatles en los filmes de Richard Lester o padecer los tormentos de El graduado de Mike Nichols -acompañados y dirigidos por una banda sonora pop heredada de ambos directores. Un universo ya andersoniano –reconocible- que el director pone en escena en cuidadas y coloristas composiciones frontales, simples pero reveladores, como si de un libro ilustrado se tratara -dejando constancia de su deuda con los cuentos infantiles al comienzo de cada “capítulo” de la obra-, filmado con una cámara inteligente, virtuosa à la Welles y dinámica à la Scorsese, que ante todo trata con cariño a unos personajes y un entorno que el director adora, y nosotros acabaremos amando. Víctor Aertsen, alumno UC3M.

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