Hemos encontrado esta carta de despedida en uno de los muchos libros maltratados que tenemos: «Yo, señor o señora, era un libro feliz. Aunque ahora me vea usted maltrecho y mutilado, hace apenas unos meses era brillante y atractivo por fuera e impoluto y sabio por dentro y  cuando alguien abría mis páginas, exhalaba un perfume irresistible: el perfume de la novedad y de la inteligencia. Al principio, estuve guardado con mis hermanos en un oscuro almacén, hasta que de pronto me metieron en una caja de cartón en la que emprendí un largo viaje. Había oído hablar de algunos destinos: las librerías, los colegiosLEER MÁS

Pese a que algunos llevamos mucho tiempo trabajando en la biblioteca todavía nos quedamos congelados de sorpresa ante algunas catástrofes que sufren los libros de nuestra colección, tanto que podríamos hacer un Mannequin challenge sin apenas esfuerzo. Aunque ya hemos hablado de esos «accidentes» en este blog, nos parece que conviene insistir, quizá para poder conjurarlos, como si este post fuera una especie de hechizo para que dejaran de suceder. Nos llena de congoja la cantidad de libros mojados que nos devuelven: es como si se hubiera puesto de moda un reto para  comprobar si son resistentes a los charcos o sirven para refugiarse de la lluvia,LEER MÁS

Ya os hemos contado que los libros tienen un domicilio fijo en la Biblioteca. Pero como los humanos, no siempre se quedan toda la vida en el mismo sitio y pueden sufrir una serie de catastróficas desdichas entre nosotros. Algunos pierden su casa, y se transforman en okupas, por ejemplo, cuando nos equivocamos al colocarlos en las estanterías o en homeless, cuando, inexplicablemente, acaban escondidos en algún rincón del edificio. Hay libros sedentarios y un poco amargados porque nunca han abandonado el lugar que les corresponde, o prófugos porque una vez han salido, nunca más han vuelto a ocupar su sitio. Pero los pobrecillos sufrenLEER MÁS