Invasión, de Hugo Santiago. Alegoría política en clave de fantástico y policial en la Argentina de 1969 1

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Cuando dirigió Invasión, Hugo Santiago no había cumplido los treinta años, pero ya había trabajado durante siete a las órdenes de Robert Bresson, había escrito tres guiones y realizado dos mediometrajes. Cuando Invasión fue seleccionada para inaugurar la primera edición de la Quinzaine des Réalisateurs de Cannes en 1969, Santiago le pidió al coguionista, nada menos que Jorge Luis Borges, que escribiera una sinopsis. Todo generosidad, el autor de “El Aleph” le brindó una obra maestra del microrrelato:

Invasión es la leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el fin, sin sospechar que su batalla es infinita”.

Cualquiera que esté familiarizado con la escritura borgeana sabe que “imaginario” (en vecindad con “real”), “héroe” e “infinito” son palabras que pueblan los poemas, ensayos y relatos del escritor, tan seducido por la circularidad y la abstracción. Sin embargo, Invasión es cine en estado puro. Con argumento de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, fotografía firmada por Ricardo Aronovich ―que tanto le debe al realismo documental como al expresionismo y al cine negro― y la obstinada melodía de la “Milonga de Manuel Flores” que atraviesa la banda sonora ―con letra de Borges y música de Aníbal Troilo―, Santiago crea una fábula sobre el acto de resistir. Resistir a los invasores, no porque sean desconocidos, no porque sea desconocido el motivo de la invasión, sino por la amenaza que una invasión supone para la soberanía de un pueblo; resistir, también, a la monotonía y a la sumisión ante las formas de representación hegemónicas con una práctica cinematográfica que es un desafío en sí misma.

Invasión transcurre en 1957, un año algo anodino (o quizás no tanto), en Aquilea, ciudad imaginaria con resonancias clásicas. No obstante, Buenos Aires se manifiesta con entidad propia, al margen de quienes la habitan. “¿De qué sirve luchar por una ciudad en la que nadie quiere defenderse?”, dirá Herrera. “Las ciudades son mucho más que las personas”, responderá obstinadamente Don Porfirio. Avatares de la historia, como si de una ficción borgeana se tratara, y como ha dicho David Oubiña, Invasión inscribe el devenir de Argentina en un tiempo mítico, circular, marcado por un eterno retorno en el que pasado, presente y futuro se encuentran constantemente. En retrospectiva, resulta difícil no ver en Invasión una premonición o augurio de la dictadura que llegaría siete años después; resulta difícil, asimismo, sorprenderse ante la misteriosa desaparición, en 1978, de ocho bovinas del negativo original en el laboratorio Álex.

Hace poco me invitaron a presentar Invasión en Casa de América junto al escritor Patricio Pron. Debo decir que me resultó difícil imaginar otra forma de reunir tantas pasiones en una sola tarde, de modo que sin más dilación me lancé a la búsqueda de una copia de la extraordinaria edición en DVD que MALBA publicó en 2002 y reeditó en 2008. Una misión poco menos que imposible, si lo que me proponía era conseguir un ejemplar para mi videoteca personal. Opté entonces por la alternativa, más resignada (pero seguramente más del gusto de Borges), de buscarlo en alguna biblioteca. La sorpresa llegó cuando lo encontré, precisamente, en la Biblioteca de Humanidades Carmen Martín Gaite. “¿Quién habría traído para nuestra colección este raro DVD?”. Supongo que no podía ser nadie más que Alberto Elena. Y es que la cuidadísima edición de dos discos y libreto se encuentra catalogada en la colección generosamente donada por la familia de nuestro maestro, compañero y amigo, al que tanto añoramos. Una vez más, entre tantas otras, gracias, Alberto.

Sonia García López (profesora de la UC3M)

*Invasión se proyectará en Casa de América el próximo 7 de marzo durante la sesión inaugural del ciclo “Cartografías de la memoria”, dedicado a películas donde la ciudad es protagonista o tiene un especial significado.

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