4 meses, 3 semanas, 2 días

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Hay películas que, curiosamente o no, no están concebidas para el disfrute por lo que difícilmente se puede abordar una crítica incluyendo una opinión sobre el grado en el que ésta te ha gustado. 4 meses, 3 semanas, 2 días no me gusta, pero la aprecio. Me parece una obra maestra pero no me encanta, de hecho te golpea suavemente hasta casi dejarte sin respiración.

Cristian Mungiu utiliza el siempre problemático tema del aborto para retratar los últimos días de la dictadura de Ceaucescu en Rumanía. Como el resto de películas que conforman la Nueva Ola Rumana, prevalece la imagen de un país sórdido, oscuro y opresivo, una visión que Mungiu contribuye a construir a través del tratamiento del espacio a lo largo de la obra. Los sucesos que desarrollan la trama tienen lugar en espacios cerrados y con luz artificial, y cuando se muestran exteriores suelen ser de noche y los personajes mantienen una actitud de tensión constante, creándose un ambiente en el que cada sonido  es interpretado como una señal de peligro. Dicha sensación de intranquilidad se ve reforzada por la destacable ausencia de música durante la película, lo que la dota de un tono aún más lúgubre y sombrío; y por la cámara en mano que acompaña a Otilia por la ciudad asociando una imagen inestable a un sujeto y a una situación que se tambalean.

Quizás a la hora de tratar un período histórico no haya nada más útil que hacerlo a través de la pequeña historia de unos individuos que lo vivieron, acercando al espectador a sus problemas y conflictos, aunque la identificación emocional con los protagonistas es en este caso complicada debido a la frialdad con la que se narran los hechos. Frente a la identificación habitual, en el espectador predomina el sentimiento de culpabilidad, es obligado a estar presente en un espacio donde tiene lugar un proceso secreto y prohibido, y se le invita a tomar partido sin otorgarle realmente herramientas que le guíen. El uso de largos planos secuencia y los escasos movimientos de cámara invisibilizan la labor del director y contribuyen al realismo del filme, mientras la maestría en el uso de la elipsis nos hace percibir las veinticuatro horas de tiempo real de la trama sin dejar ningún cabo suelto.

El autor no parece mandar un mensaje claro sobre el tema en cuestión, sino que se limita a narrar los hechos tal y como ocurrieron y deja al espectador la posibilidad de formar su propia opinión. La película simplemente “sugiere” y el espectador decodifica, e incluso las escenas más duras tienen lugar en un fuera de campo que combina a su vez elegancia en el estilo y la creación de una incomodidad extra mientras refuerza la idea del secretismo. Tanto proabortistas como antiabortistas encontrarán justificación a sus ideas si así lo desean, pero esta disputa no debe hacer olvidar otras cuestiones planteadas en segundo plano, como las relaciones afectivas entre los personajes.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar tú por tus seres queridos?

 Yago de Torres Peño (alumno de la UC3M)

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