El espejo

espejo

Existen sin duda películas que ponen en marcha una maquinaria de reflexión y experiencia en vez de abrir la vía de una conversación metacinemática. Son aquellas que, tras ser visualizadas, requieren un tiempo de reposo para poder extraer de ellas una conclusión productiva. Películas que se sienten, no se hablan.

Zerkalo” (El espejo) es una película de carácter autobiográfico dirigida por el célebre director ruso Andrei Tarkovsky, la cual incorpora a su vez poemas escritos por su padre, Arseny Tarkovsky. Refleja los pensamientos, emociones, sueños y recuerdos de Alyosha en combinación con material de archivo extraído de la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial. Constituye la concisión definitiva de la principal inquietud del director ruso: el retorno a uno mismo, el tortuoso camino que cada individuo debe recorrer para encontrar paz interior y unidad.

Tarkovsky muestra sus sentimientos a través de imágenes y música pero sin mostrarse a sí mismo, asumiendo  que los espectadores se identificarán con alguna de sus experiencias propias y serán capaces de decodificar los símbolos y metáforas del filme incluso sin darse cuenta. Se trata de una nueva forma de mirar, en la cual el espectador debe olvidar los espacios cinematográficos tradicionales para poder ser guiado hacia un universo de sentimiento.

El espejo da nombre a la película y constituye la metáfora principal, apareciendo en casi todos los momentos clave. Jacques Lacan definió “El estadio del espejo” como el estadio primario del ser humano, pues la identificación con tu doble permite reconocerse a uno mismo. Esto genera un espacio simbólico a través de la sustitución del Yo por una imagen, el mismo mecanismo que la construcción de una metáfora. Este objeto simboliza la función psicoanalítica de la conciencia humana, el individuo se ve reflejado y trata de entender los hechos que están siendo analizados en lo más profundo de su memoria.

Puede parecer difícil analizar y disfrutar esta película sin conocer los hechos que marcaron la vida del director, sin embargo la reacción que el artista espera no tiene que ver con lo conceptual sino con lo emotivo. El espectador debe dotar a cada símbolo de un significado personal y dejarse arrastrar por la lírica. Es quizá esto lo que dota al filme de una belleza infinita, es una clara invitación a observarse en un espejo y tratar de organizar tu propia esencia.

Yago de Torres Peño (alumno de la UC3M)

 

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