The Honeymoon Killers

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Revisando entre las últimas películas en llegar a la biblioteca uno puede encontrar The Honeymoon Killers (el título en español, Asesinos de la Luna de Miel, no es muy popular y es habitual referirse a ella en su título original). He decidido llamar la atención sobre la posibilidad de acceder a esta película ya que se trata de un título peculiar e importante por diversas razones.

Se trata de una película que aparece en un momento extraño de la historia del cine norteamericano (finales de los 60, principios de los 70), en el que la descomposición de las formas establecidas por los grandes estudios de hacer cine dieron lugar a una mezcla de incertidumbre y anarquía creativa. Varios nuevos creadores aprovecharon para experimentar con la representación de ciertos temas prohibidos y poner al cine de los Estados Unidos a la altura intelectual del cine europeo. Por otro lado, era el mejor momento para una corriente de cine escabroso, muy influido por las crónicas de sucesos, que aprovechaba sus bajos presupuestos y una distribución pequeña para aumentar las dosis de sexo y violencia, y que acabaría impregnando al cine mayoritario de Hollywood de una forma que persiste hoy en día. En este caldo de cultivo surgieron algunos de los nombres que hoy relacionamos con el nacimiento del Hollywood moderno (De Palma, Carpenter, Altman, Coppola,…), pero en el caso que nos ocupa, y que podría haber dirigido Scorsese (literalmente, empezó a dirigir la película, pero su forma personal y ultramoderna no fue apreciada), estamos ante la única obra de su director, Leonard Kastle, cuya principal ocupación era ser compositor, especialmente de ópera. La idea de una película culturalmente importante que proceda de un director sin más obras a su cargo es rara (aunque ahí está La noche del cazador), pero si a eso añadimos que procedía de un medio completamente ajeno al cine, entonces es muy probable que se trate de un caso único. Con todo, más de una vez se ha dicho que Kastle tenía un instinto natural de cineasta, lo cual se confirma viendo las decisiones que tomó al rodar The Honeymoon Killers.

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La película adapta la historia real de una pareja que se dedicaba a estafar, y en algunos casos a matar, a mujeres solteras con dinero en búsqueda desesperada de un compañero sentimental a través de anuncios de contactos. La primera idea que estructura la película, y que ya se puede intuir sólo con leer el argumento, es la de los límites de perversidad y autoengaño cuyo origen está en la soledad y en la desesperación sexual y sentimental. Esto es aplicable tanto a la pareja protagonista (que se relaciona en un juego de manipulaciones mutuas) como a todas sus víctimas. Otro aspecto interesante es cómo la historia sirve para introducirnos en una sociedad mojigata, simplona y desagradable. Con una táctica narrativa maliciosa se logra que sintamos rechazo por las señoras que están a punto de ser engañadas o asesinadas, y que empaticemos más con sus depredadores, capaces al menos de mostrar cierta pasión, aunque sea retorcida. A lo largo de la película se ridiculizan varios iconos “sagrados”, de tipo religioso o político.

Hay un principio grotesco en la forma de The Honeymoon Killers, en primer lugar en la elección de la genial pareja protagonista, muy alejada de los cánones de belleza y elegancia que suele regir los cástings del cine mayoritario, y probablemente reaccionando contra el glamour y la fotogenia que mostraban Warren Beatty y Faye Dunaway como Bonnie and Clyde, la pareja de criminales-héroes más popular en aquel momento. Shirley Stoler y Tony Lo Bianco serían la otra cara de la moneda, pero una cara probablemente más expresiva. Las alusiones antieróticas al sexo (a veces proyectado en la comida) son abiertamente feístas. Pero lo que alcanza mayores cotas de creatividad malsana es la puesta en escena de los asesinatos; tanto que incluso una breve descripción traicionaría la sorpresa que en un primer visionado causan las soluciones formales imaginadas por el no-director de cine responsable del malestar que aún puede causar la película. A pesar de lo que pueda parecer, no debe entenderse como una incitación vacía al morbo del espectador. Existe un sentimiento de desencanto que recorre todo el film, un romanticismo enfermo y triste.

Lamentablemente para algunos, la única copia que podéis encontrar en la biblioteca lleva exclusivamente subtítulos en francés. Esperando que eso no sea un impedimento para disfrutarla, cierro esta entrada deseándoos un buen fin de semana.

Hugo Poderoso Silgado (alumno UC3M)

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