Mad Men

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Aunque a estas alturas no se trata aún de una serie completa, todas las temporadas de Mad Men que han aparecido en DVD hasta ahora (seis, es decir, hasta la penúltima) están recogidas en la Biblioteca.

Se podría decir que aún no sabemos si mantendrá hasta el final su integridad creativa, su atención por el detalle y su sofisticación narrativa, pero es absurdo planteárselo porque no cabe ninguna duda. En Mad Men, a lo largo de 85 episodios (92 cuando termine), se ha elaborado un mundo rico y matizado, no sólo en la decoración de interiores, la ropa, el lenguaje, etc… sino también en la descripción de los pensamientos y comportamientos comunes que hacen que una sociedad funcione de una manera u otra, de las formas de relacionarse entre los personajes o de sus pulsiones internas que rara vez salen a la luz.
Como otras series especialmente complejas que han poblado desde hace unos 15 años la programación de las televisiones de pago, Mad Men tiene ese potencial de frustración para el espectador primerizo basado en la indefinición de la trama. Es recomendable no perder la paciencia: no se trata de una serie de finales sorpresa, redes argumentales retorcidas o argumentos basados en la acción externa, al menos no en la manera en la que solemos interpretar estos términos.

Ya hemos oído muchas veces eso de que “no importa la trama, sino los personajes”. Y es verdad. Las sombras y los misterios de los trabajadores y propietarios de la agencia Sterling Cooper y la gente que los rodea alcanza una profundidad desconcertante. Poniendo como centro a Don Draper (algo inevitable, a pesar del interés de la narración por una galería cada vez más amplia de personajes), se puede decir que, según van pasando los episodios, ha inspirado en el espectador sentimientos de rechazo, admiración, temor y compasión. Es un hombre no sólo adaptado al sistema, sino que lo domina completamente; y al mismo tiempo un rebelde que en el fondo sueña con destruir aquello que le da de comer. Es gélido, inaccesible y a veces violento, pero tiene auténticos arrebatos de ternura. Casi se puede decir que es una persona real, y lo mismo se aplica a los demás personajes, de los que sería fantástico hablar, uno a uno, si pudiera escribir de forma más extensa.

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Sin embargo no se trata exclusivamente de un estudio de varios personajes, sino de una sociedad, de la ideología con la que se mueve y de los cimientos en los que se sustenta. Esta sociedad existió hace medio siglo, pero se nos pide ver intencionadamente la reminiscencia en la forma de pensar actual. No es nueva la idea de que la América feliz y reluciente de principios de los 60 estuviese construida sobre la impostura y la negación. Las películas de Douglas Sirk ya decían eso desde su mismo presente (los años 50, en este caso), y la contracultura de los 60, cuya explosión aparece representada en Mad Men, llevaría este tema al extremo. El tratamiento de Mad Men es distinto: la perspectiva del tiempo y la extensión del formato serie le permiten un análisis en profundidad desapegado pero respetuoso. Nos cuenta cómo se transmiten entre generaciones los valores que configuran el llamado “Estilo de Vida Americano”, y también cómo estos valores entran con cierta dificultad y contradicción con los impulsos y deseos internos.
La ambigüedad que caracteriza a la narración de la serie favorece a que no se cierren las posibles interpretaciones, dejando además muchos elementos como extraños o aparentemente inmotivados. Las lecturas más frecuentes de la totalidad de la serie se fijan en el estudio que hace sobre la ideología del capitalismo, y la creencia de que todo es vendible, o en las políticas de género, las dinámicas de poder y las expectativas y roles de hombres y mujeres. Estas temáticas son centrales, pero Mad Men es lo bastante sugerente como para inspirar una buena cantidad de sentidos a ser descubiertos por el espectador receptivo.

Hugo Poderoso Silgado (alumno de la UC3M)

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