Paseo por el amor y la ópera

Interior de la Ópera de Viena

El amor es un tema recurrente en la música, pero si hay un género donde el amor, la música, la poesía y el drama se mezclan con especial fuerza, es, sin duda, la ópera. En ella el amor es capaz de superar todos los límites, aunque no siempre salga triunfante e incluso fracase estrepitosamente.  Pero es eso, el estrépito, lo que la hace tan atractiva.

El primer límite que es capaz de superar es la propia muerte. El campeón en este caso sería Orfeo, cuya historia llevaron al escenario Monteverdi y Gluck, entre otros. En la versión de este último, es muy conocida el aria que canta Orfeo lamentándose de haber perdido a Eurídice y preguntándose sobre el sentido de su vida sin ella. Si esta ópera la hubiera escrito una de mis tías-abuela, habría un personaje que le diría algo así: «Mira que te lo han dicho, Orfeo, que no mires a Euridice hasta que hayas salido del Infierno, que si no, la pierdes para siempre, pero tú, ni caso….si es que te está bien empleado, ¡para que aprendas! Lo que no sé es lo que opinaría de que Orfeo pueda ser interpretado por una contralto o una mezzosoprano y ya no digo nada si se entera que también lo interpretan los contatenores…(mejor no le cuento nada de los castrati)

¿Y qué podemos decir cuando los protagonistas son los romanos?  Aquí para no aburrirnos, además de un poco de amor, tenemos una pizca de lascivia y  una cucharada sopera  de intentos de asesinato. Nos vamos de nuevo a Monteverdi y a La coronación de Popea. En esta ópera, Nerón, emperador disoluto donde los hayaama a Popea, pero está casado con Octavia y hasta que consigue encontrar un argumento para repudiarla, necesita que se muera un filósofo estoico (ya se sabe que Nerón no era muy dado al estoicismo) y que varios nobles se vayan al exilio. En este dúo, Pur ti miro, pur ti godo, Nerón y Popea pueden por fin dar rienda suelta a su pasión ¡No me digáis que esto no es el Je t’aime moi non plus del Barroco!

Y si mezclamos a los romanos con los egipcios,  la cosa se pone aún mejor.  Es lo que ocurre en la ópera Julio César de Handel, donde se mezclan el amor y la intriga política ya que transcurre con el telón de fondo de la guerra entre César y Pompeyo por un lado, y la rivalidad entre Cleopatra y Ptolomeo por el trono de Egipto por el otro. En esta aria, “V’adoro pupille”, Cleopatra, ocultando su verdadera identidad,  trata de seducir a César . Todos sabemos que  finalmente lo consigue, aunque los idus de marzo tiempo después, pongan fin a ese amor.

Aunque los romanos han dado mucho juego para esto de la ópera, no podemos olvidarnos de Troya. Al fin y al cabo, el troyano Eneas tiene mucha responsabilidad en la fundación de Roma. Antes de desembarcar en Italia, el héroe se refugia en Cartago y le rompe el corazón a la reina Dido cuando decide marcharse para cumplir el deber que los dioses le han impuesto. La ópera de Purcell, se cierra con este precioso lamento de Dido antes de su suicidio.

Cerremos este paseo por el amor en la ópera con otro  lamento desesperado, el de Almirena, en Rinaldo, también de Handel. Almirena es raptada por una hechicera y se encuentra prisionera y lejos de Rinaldo, su amor, de quien depende, además, la liberación de Jerusalén ¡Menudo estrés sufrían los caballeros de la Edad Media! Que si tengo que liberar una dama, que si me voy a defender Jerusalén, en fin… En esas circunstancias no es extraño que Almirena nos pida permiso para echar unas lagrimitas y liberar un poco de tensión. Aquí vemos a Philippe Jaroussky, contratenor francés, interpretando el famosísimo “Lascia ch’io panga”.

Como se puede apreciar, siento cierta predilección por la música antigua, aunque no descarto realizar otro paseo que empiece en la ópera de Mozart y llegue por lo menos hasta los albores del siglo XX.

Marian Ramos

Imagen: By C1815 (Own work) [Public domain], via Wikimedia Commons

 

 

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