De libros, de cine y de música

 

«Sí, a mí también me gustó más la novela». Cuántas veces habremos oído esa frase a la salida de un cine o en una conversación de amigos. Siempre queda bien decir que la película no es tan buena como la novela en la que se basó, aunque a veces podamos encontrar ejemplos de lo contrario. ¿Por qué elegir si nos podemos quedar con las dos? Y, si además, la película está repleta de buena música, mejor que mejor.

Lo mismo que alguna vez nos hemos leído el libro en que se había basado un gran éxito del cine, ¿cuántas veces nos hemos puesto a buscar como locos algún disco de ese compositor o cantante cuya música aparecía en alguna escena, o peor aún, le hemos tarareado a un atónito dependiente de tienda musical aquella melodía que se negaba a salir de nuestra cabeza? Ahora con los buscadores y foros de Internet esa búsqueda se ha hecho más fácil, pero lo que hemos perdido en romanticismo lo hemos ganado en dignidad.

Particularmente, le debo a algunas películas basadas en libros el descubrimiento de músicas que han adquirido un gran significado para mí: por el momento en que las escuché o por los sentimientos que lograron despertarme. Si hablamos de música antigua, le debo a Todas las mañanas del mundo (Alain Corneau, 1991, adaptación de una novela de Pascal Quignard), el descubrimiento del músico Jordi Savall y de varios compositores franceses, Marin Marais, Sainte Colombe y la agradable sorpresa de Couperin, del que conocía únicamente las obras para clave que no conectaban con mi gusto. Sin embargo, su Tercera lección de tinieblas a dos voces cantada por Montserrat Figueras y Maria Cristina Kiehr, me emociona cada vez que la escucho. De la historia me conmovía el personaje de Marais adolescente, que perdía su razón de vivir al haber perdido la voz que le permitía consagrarse a la música. Descubrí además, que la viola de gamba, el instrumento del que Marais se hace maestro, es aquél cuyo sonido más se parece a la voz humana.

 

De Apocalypse now (Francis Ford Coppola, 1979), basada en la novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, todo el mundo recuerda la escena de los helicópteros con la música de fondo de la Cabalgata de las Valquirias de Wagner. Sin embargo, para mí, esa película está unida a la frase del personaje de Robert Duvall (¡Me encanta el olor del napalm por las mañanas!) y a la canción The end de los Doors. Ahora mismo dudo si es ésa la música que ambienta la escena, pero en todo caso es así como se instaló en mi recuerdo.


 

El talento de Mr. Ripley, de la autora americana Patricia Highsmith, tiene dos adaptaciones cinematográficas (que yo sepa), una francesa titulada A pleno sol de 1960 que tuvo a Alain Delon como protagonista, y otra, con el mismo título de la novela, dirigida por Anthony Minghella en 1999. En esta última hice dos descubrimientos musicales. Uno de ellos es la voz de Chet Baker, al que hasta ese momento sólo conocía de oídas como trompetista. Su versión de My funny Valentine es la que más me gusta de todas las que he escuchado.

 

El otro descubrimiento es la canción Tu vuo’ fa l’americano de Renato Carosone. Todos la conoceréis por una versión moderna que pululó hace poco tiempo y se hizo más famosa aún en un sketch de José Mota sobre el papa americano, pero en este caso vale la pena quedarse con la versión original. Es una canción que te pone inmediatamente de buen humor y con unas ganas locas de irte de viaje a Nápoles.

 

Después de ver Eyes wide shut, dirigida en 1999 por Stanley Kubrik y basada en la novela Relato soñado de Arthur Schnitzler, todos nos enamoramos del vals de la suite Jazz nº2 de Shostakovich, sobre todo los publicistas, ya que cada poco tiempo lo suelen emplear en sus anuncios.

 

Hace poco se estrenó una versión de la obra de Boris Vian, La espuma de los días, dirigida por Michel Gondry. La adaptación al cine no cosechó muy buenas críticas, aunque siempre resulta curioso ver cómo se plasma la desbordante imaginación del autor en la pantalla. Ya en la novela, la música constituye casi un personaje más y la película, además del obligado jazz, nos regala una maravillosa canción de la cantante y compositora americana Mia Doi Todd, que desgraciadamente aún no tenemos en la Biblioteca.

 

Leí primero Soldados de Salamina de Javier Cercas y vi después la película dirigida por David Trueba en 2003. Me sorprendió que el protagonista se convirtiera en «la» protagonista y aunque el resultado no me gustó del todo, me quedé impresionada con la versión del clásico Suspiros de España que hace Diego el Cigala y aunque mi historia no tiene nada que ver con el sufrimiento de la Guerra Civil, como emigrante en los años 70, me acordaba del efecto que esta música  o En tierra extraña de la Piquer o incluso Que viva España de Manolo Escobar, producía en mis padres y en todos sus amigos españoles. Nunca se sabe qué música te puede tocar la fibra sensible cuando estás lejos de tu país: quizá los italianos que estén fuera de Italia se emocionen si oyen a Raffaela Carrá.

 

En fin, parafraseando la letra de Corazón loco, se puede querer al cine, a la literatura y a la música a la vez y no estar loco.

 

One thought on “De libros, de cine y de música

  1. Aunque ya habéis citado a Kubrick (y lo que da de sí), otra triada imponente es la que forma con la novela de Thackeray y la música de Schubert en Barry Lyndon (https://www.youtube.com/watch?v=KkJZOxqB-qk). Aunque yo llegué a conocer el opus 100 a través de otro escritor muy musical, H. Murakami.
    Y una de mis películas favoritas, Master&Commander, basada en la serie de novelas de Patrick O’Brian también saca buena nota en este triple juego literario-cinematográfico-musical.

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